Existen varias sentidos acerca de lo que es una feria. Comenzaré por la más actual, la tarjeta de pago rápido en los camiones. Si no la traes, debes pagar diez pesos al amable conductor. Pero ya hablando en serio, se entiende por feria, cualquier día de la semana que no sea sábado o domingo. Por ejemplo, el lunes es feria segunda, martes feria tercera y así sucesivamente. Cuando ocurre una fiesta de guardar entre semana, se dice entonces día feriado.
Entonces la palabra feria tiene que ver con un descanso o con la suspensión del trabajo. De igual forma, se relaciona a la feria con un mercado abierto que se realiza en lugares abiertos y en días específicos, preferentemente los destinados a la devoción de un santo patrono del lugar con las consabidas fiestas que se hacen en su honor. También se dice que la feria es el paraje público en donde están los animales y las mercancías que se quieren vender, lo cual atrae mucha gente. Y eso nos lleva a designar la palabra feria como algarabía, alboroto o disturbios.
En México se dice feria a la moneda de uso corriente y que por lo abultado y su baja denominación forman morralla. Pero también dar ferias implica entregar una dádiva a cambio. Puede haber ferias de muestras y ferias mayores, como el lugar en donde se congrega la gente para vender o comprar algo mientras que la segunda tiene referencia con la Semana Santa.
Como se advierte, la feria generalmente, es un evento económico, político o social. Las ferias tienen su origen en la edad media, cuando se pasó del régimen feudal a un sistema burgués. En el primero todos dependían de una figura de autoridad. Cuando algunos habitantes tienen la oportunidad de vivir alejados del sistema feudal, se congregan en los burgos para dedicarse y prácticar los oficios que les permitían sobrevivir.
Ahí en las ciudades, el comercio, las finanzas y las artesanías iban creciendo a la par y en consecuencia se necesitaba abrir mercados en donde proveer e intercambiar mercancías, lo cual trae un sistema de dependencia entre ciudades que aprovechaban sus días de fiesta para atraer feriantes o mercantes como también se les conoce. Originalmente se hacían en las goteras de los pueblos, luego en las murallas y después en las plazas de armas.
Se dice que la fiesta es al tiempo o la existencia, lo que la hierofanía (el culto a elementos naturales) es a la naturaleza. En la fiesta se sale de lo normal y de lo monótono. Se rompe con lo cotidiano en que de algún modo interrumpe lo sagrado, pues se relaciona con una devoción. Ahí se armoniza la expresividad, el significado claro de unos días particulares que se viven intensamente y en especial relación a las fiestas patronales. Ahí la salud, los deseos y su logro, el esparcimiento y la solidaridad local se buscan, expresan y consolidan sincrónicamente en puntos geográficos que dibujan los santuarios y en puntos temporales que siguen las fiestas más importantes de cada pueblo. Y en esos tiempos como en los de ahora, la alegría y la algarabía son peregrinas pues cambian de lugar.
Las fiestas son tan importantes que hasta existe una ciencia que la estudia: la eortología (del griego heorté que significa fiesta) y que originalmente integraba una parte de la teología, en especial de la liturgia y del ámbito eclesial que a su vez estaba relacionada interdisciplinariamente con otras ciencias como la astrología y la astronomía (solsticios, equinoccios, plenilunios, etc.)
Por ejemplo, los equinoccios de verano y el de invierno se convirtieron en las conmemoraciones de los natalicios de Juan el Bautista y de Jesús Cristo. Aunque originalmente en el mundo pagano, se hacían hogueras, se danzaba alrededor de ellas, se hacían fiestas de disfraces y de máscaras. Pero gradualmente lo pagano se civilizó, se le dio un sentido religioso institucional en el cual se hacía fiesta tanto adentro como a fuera del templo. ¿Y cual es el espacio exterior del templo? Pues los atrios, el camposanto y la plaza.
Y las fiestas son muy importantes, porque al institucionalizarse, traen como consecuencia a las ferias. Recuerden en la película El Gallo de Oro de José Gavaldón, basada en un cuento de Juan Rulfo. Ahí los personajes iban de pueblo en pueblo buscando fiestas en las que hubiera ferias. En el prólogo del libro Ferias de México de Jesús Malo Flores, Carlos Monsivais señala que la “feria es un convenio entre las ganas de divertirse y las posibilidades de hacerlo en fechas fijas”.
En las ferias siempre hay fiestas paganas: juegos mecánicos, juegos de azar, peleas de gallos, comidas típicas, vendedores de todo y de nada, paseantes, perros callejeros, borrachos apestosos, jóvenes buscando novia, aventura o problemas. Parejas que salen a agarrar el aire, niños correteando, ruidos que se diluyen y confunden con otros. En todo hay música y elementos multicolores que decoran el ambiente. Me gusta la cita que hace de Juan José Arreola, cuando señala que las “ferias patrias no son más que un pretexto para divertirse”.
Vuelve a decir Monsivais: “en las ferias las oportunidades de olvido y de la imprecisión mnemotécticas son numerosas”. Y tiene razón, yo recuerdo con nostalgia y alegría a la vez, los tiempos en que se ponía la feria en Santa Catarina. Hasta que quitaron la vieja plaza y la convirtieron en explanada, ya no permitieron que las ferias regresaran y con ellas se fueron los sueños de infancia y de juventud que no se lograron al amparo de la feria, pues dijeron que la plaza era para los eventos populares. Decisión paradójica pues que más popular que una feria concurrida.
Hay dos películas que giran también en torno a una feria; una de ellas con Clavillazo, cuando confunde a Marthita Mijares con la virgen María y que vendía flores para sostener a su papá enfermo. La escena alcanza el cénit cuando pide que le cantén el Pocito: “Pocito de Nagaquilla, manantial del sediento, donde los enamorados esconden sus pensamientos, Pocito de Nagaquilla, donde muchas veces fui, a buscar la que quería pero solito me devolví”. O el amor imposible que se hizo posible y a la vez maldición y olvido de parte de la Caponera (Lucha Villa) con Dionisio Pinzón (Ignacio López Tarso) y el tercero en discordia Lorenzo Benavides (Narciso Busquets) que siempre sentenciaba “Otra más”. Lo malo es que la Caponera y Lorenzo Benavides, tenían como premisa que árbol que no enraiza se muere, cuando descubrieron que en lugar de ferias, se vivía mejor del dinero fácil producto del juego de azar.
Hay ferias importantes en México, sin duda alguna la de Aguascalientes, la de San Juan de los Lagos en donde según la tradición debía generarse la Independencia Nacional, la de Saltillo, tan antigua e importante, pues es un lugar en donde convergen el altiplano, el desierto, las montañas y los llanos del noreste. La de Monterrey se perdió y cuando quisieron hacerla en septiembre, las lluvias de la temporada la agüitaban.
Las ferias tienen su importancia por sus aportes culturales, históricos, sociales y económicos y por la diversidad existente que vemos en ellas, pues exponen lo más representativo de México en un solo sitio y por ello deben ser catalogadas también, por su historia, cultura y variada tradición, como patrimonio mundial de la humanidad.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina