En 1877 don Porfirio Díaz llegó por fin al primer cargo político de la nación, después de dos fallidas revoluciones: la de la Noria en 1871 en contra de las reelecciones de Benito Juárez y la de Tuxtepec el 21 de marzo de 1876 en contra de Lerdo de Tejada. En buena parte, Díaz obtuvo lo que anhelaba gracias al apoyo de caciques y caudillos que mantenían el control político en sus respectivos estados y regiones. En Nuevo León se apoyó en Jerónimo Treviño y Francisco Naranjo, quienes delegaron su influencia en la figura de don Genaro Garza García.
En 1877 don Porfirio Díaz llegó por fin al primer cargo político de la nación, después de dos fallidas revoluciones: la de la Noria en 1871 en contra de las reelecciones de Benito Juárez y la de Tuxtepec el 21 de marzo de 1876 en contra de Lerdo de Tejada. En buena parte, Díaz obtuvo lo que anhelaba gracias al apoyo de caciques y caudillos que mantenían el control político en sus respectivos estados y regiones. En Nuevo León se apoyó en Jerónimo Treviño y Francisco Naranjo, quienes delegaron su influencia en la figura de don Genaro Garza García.
Pronto éste grupo rivalizó con otro encabezado por el héroe de la Reforma y distinguido militar que estuvo a las órdenes de Ignacio Zaragoza, don Lázaro Garza Ayala. De esa manera, entre 1870 y 1885, uno y otro grupo se sucedían en la gobernatura de Nuevo León. Y con la intención porfiriana de pacificar al país a costa de lo que sea, hábilmente enfrentó a los dos grupos para que se desgastaran y finalmente él apoderarse del control de una región que comenzaba su empuje industrial y comercial. Para ello puso al general Bernardo Reyes como gobernador interino y comandante militar de Nuevo León entre 1885 y 1887.
En el lapso de 1887 y 1889 fue gobernador del estado don Lázaro Garza Ayala, mientras que don Genaro Garza García se había confinado al ostracismo político en Villa de García.
Luego Reyes regresó en 1889 y no se fue hasta 1909, exceptuando un período correspondiente entre 1900 y 1902 que fue gobernador del estado el linarense Pedro Benítez Leal, pues que tuvo que atender la cartera del ministerio de Guerra en el gabinete de don Porfirio.
Con don Porfirio en la presidencia y con don Bernardo en la gobernatura, la inversión extranjera encontró en Nuevo León un óptimo espacio para establecer sus proyectos económicos. Muchos municipios de Nuevo León se beneficiaron con ésta participación que hizo posible la producción minera, agropecuaria e industrial en considerable proporción. Como había dinero circulante, nacieron los bancos de Nuevo León en 1892 y el Mercantil en 1899.
Precisamente don Porfirio estuvo unos días en Monterrey a fines de 1898, en donde se dedicó a visitar fábricas, inaugurar obras y a mantener contacto con las élites económicas de la región. En esa estancia don Porfirio le dijo a Reyes: “General Reyes, así se gobierna: así se corresponde al soberano mandato del pueblo”. Para muchos, esas palabras ponían a don Bernardo en la antesala de la presidencia de la república. Y en efecto, en la última etapa del porfiriato se formaron dos grupos que buscaban el poder: los científicos encabezados por el ministro de Hacienda don José Yves Limantour y los reyistas promovidos por el gobernador de Nuevo León.
Había crecimiento económico a la par de obras de desarrollo e infraestructura social. No obstante, muchos sectores permanecían rezagados de los beneficios que el viejo régimen proporcionaba; a decir de ellos, solo a unos cuantos.
Se sabe que en esa época surgieron grupos rebeldes en el oriente de Nuevo León encabezados por Mauricio Cruz y en el norte, un bandolero de nombre Juan Rodríguez apodado el Coyote mantenían intranquila a las respectivas poblaciones. Para ello establecieron las famosas “acordadas” formadas por grupos cíviles al amparo del gobierno para erradicar el bandolerismo y todo tipo de descontento social. Por ejemplo, hubo una manifestación en 1903, en donde se notó el clima de tensión y animadversión en contra del porfiriato y que por lo mismo fue disuelta a balazos y a trancazos.
La primera década del siglo XX estuvo marcada por tragedias no solo provocadas por los ánimos sociales y políticos, en 1898 hubo una epidemia de fiebre amarilla que se repitió en 1903 y los veranos trajeron muchos calores pero a la vez muchas lluvias que dejaban paralizadas a las municipalidades, preferentemente la de 1909 que dejó graves pérdidas humanas y materiales que lamentar.
Lo que don Porfirio hizo en el plano nacional, don Bernardo lo aplicó en el plano estatal, al mantener el control de los puestos de elección popular a través de los denominados clubes del Partido de Unión y Progreso, que en los municipios eran dirigidos por caciques afines a la política oficial quienes ocupaban los cargos de alcaldes y regidores y se reelegían o alternaban en el poder.
Don Bernardo Reyes dejó la gobernatura al general José María Mier el 24 de octubre de 1909, quien a su vez le entregó el cargo al Lic. Viviano Villarreal en 1911 quien ocupó el puesto hasta 1913.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina