En Santa Catarina también existen leyendas en torno a riquezas ocultas como en todos los pueblos de Nuevo León. En la cabecera municipal hay una loma que llaman de la Santa Cruz y sobre la cual está un castillo. Cuando era niño decían que por los alrededores se aparecía una marrana que arrastraba unas cadenas. Si alguien se atrevía a agarrarle las orejas, el animal se convertía en un cazo con monedas de oro.
En Santa Catarina también existen leyendas en torno a riquezas ocultas como en todos los pueblos de Nuevo León. En la cabecera municipal hay una loma que llaman de la Santa Cruz y sobre la cual está un castillo. Cuando era niño decían que por los alrededores se aparecía una marrana que arrastraba unas cadenas. Si alguien se atrevía a agarrarle las orejas, el animal se convertía en un cazo con monedas de oro.
Yo viví en una casa que era del siglo XIX. Una vez mi abuelo vio un pato que paseaba por el patio cuando en ese lugar no había aves de corral. Fue y le platicó a mi mamá que le dijo que ahí no había patos. Cuando abandonamos la casa para cambiar de domicilio, los nuevos propietarios tiraron una barda y por todo el barrio corrió el rumor de que se habían encontrado una relación como también se le conoce a los tesoros.
También una vez me contó una señora que se llamaba María Lares, que en la casa que vivía, situada sobre la calle Juárez, había una chimenea muy antigua y que en las madrugadas veía como un niño se metía en ella pero ya no salía. Cuando las casas fueron derruidas, se dice que un albañil dio con los huesos de un niño y con un cazo con monedas de oro.
Cerca de ahí, una viejita llamada doña Sista, cada vez que pasaba por un tramo de la calle aun sin pavimentar, se tropezaba y decía un palabrota para luego exclamar que seguramente ahí había dinero. Un vecino siempre veía como la señora maldecía el sitio y una madrugada decidió excavar y encontró precisamente un cantarito repleto de monedas de plata.
Había una panadería en una casona muy antigua. Cada domingo nos llevaban a comprar pan. Como tenían mucha clientela decidieron construir otro horno. Dicen que cuando tiraron parte del muro, vieron una caja de madera con monedas de oro. Obviamente que los panaderos desaparecieron de Santa Catarina. Pero también sé de casos infructuosos: un conocido de la infancia vivía en una casa muy antigua. Decían que sus papás tenían centenarios y cuando éstos murieron, el hijo ya con una familia que mantener, se dedicó a buscar y hacer perforaciones por toda la propiedad y jamás encontró el tesoro. En cambio, a dos cuadras de ahí, en una casa de adobe abandonada, cuando fue derruida dicen que los albañiles dieron con una relación y que huyeron del lugar sin saber más de ellos.
Había un señor en Santa Catarina al que apodaban “Celso patas mochas” porque traía prótesis de palo en ambas piernas y se sostenía por unas muletas de hechura muy burda. El señor recorría las calles del pueblo allá por la década de 1950, recogiendo aguacates y nueces que caían de los árboles. Pedía limosna y a cambio de alimentos para llevar, (porque decía que tenía una esposa que la esperaba en una majada cercana al cerro de las Mitras, en donde actualmente están las pedreras), ofrecía polvo de oro que llevaba en una bolsita de cuero.
Se les hacía raro que una persona con aspecto desaliñado y descuidado llevara consigo polvo de oro suficiente como para cambiar de domicilio y de vida. Una vez unos niños lo fueron siguiendo y cuando ya estaba cerca del lugar en el que se decía que vivía se desapareció. Pasaba el tiempo y otra vez se le veía deambular por el centro de Santa Catarina. Hasta mi papá en compañía de unos tíos recorrieron muchas de las cuevas existentes allá por la Sierra de las Mitras y del Fraile. Hasta que alguien les dijo que no perdieran el tiempo, pues el verdadero tesoro estaba en la cabeza y en los brazos.
Cierta ocasión, unos buscadores de tesoros llegaron a la carnicería de un señor llamado Manuel García. El señor que era muy mula, comenzó a platicar con ellos. Ellos le preguntaron donde estaban las casas más antiguas y en donde vivían los que eran más ricos del pueblo. A lo que don Manuel les dijo que en Santa Catarina había mucha pobreza y que por eso la gente tenía que trabajar para vivir. Les dio santo y señas de las familas que destacaban por sus recursos y que eran muy pocos, para luego rematar: “aquí la gente lo único que enterraba era el… y eso es lo único que van a encontrar”.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina