Se acerca el dos de noviembre, fecha que el pueblo no olvida porque se dedica a recordar a los muertos.
Se acerca el dos de noviembre, fecha que el pueblo no olvida porque se dedica a recordar a los muertos.
Con mucho devoción año con año acuden todas las familias a llevar una ofrenda floral a la tumba donde descansan sus seres queridos.
Todos y cada uno de nosotros tenemos recuerdos de cuando niños acompañamos a nuestro padres y parientes con santa devoción e inmenso cariño, a depositar una flor a la tumba de nuestros ancestros; sobre todo recordamos las cañas de azúcar, los elotes, las naranjas y los conos de leche, que cuando salíamos del recinto con deleite saboreamos.
Al recorres los andenes del panteón pudimos admirar los diferentes tipos de monumentos, capillas y cruces solitarias, que señalan el lugar donde sepultaron alguna persona; hay algunos enormes que albergan familias completas, hay otros muy simbólicos que ostentan una dama postrada que dolida recuerda al ausente; hay otros con alegorías de diferentes religiones o de sectas filosóficas; hay otros muy humildes que se concretan a recordar que ahí está alguien sepultado; los hay de granito, de mármol, de losa grabada, de cemento y de tierra; muchos están protegidos con barandales o diferentes protectores pero hay otros que solamente tienen el bordo de tierra.
Platicando con algunos coterráneos he preguntado por los artesanos que construyeron esos monumentos, la mayoría remite sus recuerdos a Don Melchor Ibarra Valle, pionero de los constructores de monumentos, alguien me ha dicho que en el siglo pasado, a principios, los monumentos se traían de fuera de la ciudad; pero la mayoría recuerda: a la familia de Don Melchor a la que él preparó y enseño un noble y esforzado oficio, recuerdan como sus hijos Melchor Ibarra Guzmán y José María Ibarra Guzmán, desde muy pequeños a hacer las figuras, para luego hacer los moldes y vaciar los personajes que adornarían una tumba, luego pulir las piezas, montarlas y armar el monumento.
Algunos de sus nietos, muchos ayudantes y parientes, aprendieron el oficio y en la actualidad se dedican a la noble tarea de hacer monumentos.
La semilla que sembró aquel pionero ha dado frutos y mientras haya necesidad de un recuerdo funerario, su nombre se recordará por siempre jamás.
Santos Noé