Un día cualquiera de 1966 y como que el mes tampoco importa (es que no se recuerda), Miguel Garza Durán entre sus alumnos de la casa Mier y Terán, casi con Bravo, empezó a las 8 de la mañana a enseñar a jugar ajedrez a Francisco Durán Garza “Quicho”, (porque por Francisco nadie lo conoce como a Chabán) como a las 23 horas, se tomó un mejoral porque le dolía mucho la cabeza y más tarde, se tomó 4 más ya que la cabeza le quería estallar.
A la mañana siguiente, llega Benito y le dice “Quicho”: (El más célebre del barrio).
– Vamos a jugar un partido de ajedrez.
– Pues vamos, le dijo Benito. (Ya que sabía que Francisco no jugaba).
Como a la media hora, después de jugada tras jugada, los alfiles los movía rodando como tanques de gas y movía las piezas y luego las devolvía. Benito quería que pusiera el caballo o la torre en algún lugar que a él le convenía, cuando dijo muy seriamente:
– Amigo Benito, ¡esa reina ya apesta!
– ¿Por qué tiene mucho rato que está “muerta”. (Quería decir que no se la había querido comer antes).
Y acto seguido y sin compasión alguna, sólo la expresión anterior y se la comió.