Desde el pasado 9 de julio, tres nuevos partidos han venido a “enriquecer” (como alguien escribió en un medio nacional), el escenario político.
Efectivamente, y tras la aprobación del Instituto Nacional Electoral, a partir de esa fecha quedaron debidamente registrados el Movimiento Regeneración Nacional, el Partido Encuentro Social y el Partido Humanista.
Fuera e Morena, que es más conocido a nivel nacional gracias, precisamente, a su fundador y auténtico mandamás, Andrés Manuel López Obrador, de los otros dos nuevos partidos poco o casi nada se conoce.
Así las cosas, quienes saben de estas cuestiones consideran que Morena podría llegar a ocupar un lugar preponderante al lado de los llamados partidos grandes: PAN, PRI y PRD, y que los otros dos se unirán a las restantes fuerzas políticas, entre los que se encuentran el PT, MC, Panal y Verde Ecologista, quienes sobreviven al amparo de aquéllos.
Según lo publicado, los nuevos partidos, y los ya existentes, recibirán a partir del 1 de agosto los recursos y prerrogativas a que tienen derecho, cuyo monto anual total a repartir es una cantidad exorbitante, que supera los cien mil millones de pesos.
Eso, en realidad, es lo que buscan los partidos, particularmente los pequeños, algunos de los cuales son auténticos negocios y cotos familiares, que sobreviven gracias a sus alianzas con los grandes y cuyos dueños viven a cuerpo de rey a costillas de los contribuyentes.
Ante tales consideraciones, más que el escenario político, los que seguramente se van a enriquecer son los promotores y dueños de estos partidos.