Tal y como estaba previsto, el pasado domingo 18 tuvo lugar la elección por la presidencia del CEN del PAN en el cual resultó reelecto Gustavo Madero, con el 57 por ciento de los votos emitidos, cuya victoria, por lo tanto, significó una derrota más en la corta carrera de Ernesto Cordero, a quien le fallaron todas las encuestas que, según él y sus allegados, le daban el triunfo.
En contrapartida, la diferencia de 14 puntos porcentuales lograda por Madero definitivamente influyó para que Cordero descartara impugnar el resultado, lo que seguramente habría hecho si la diferencia hubiera sido mínima como algunos lo habían pronosticado.
En sus primeras declaraciones, Gustavo Madero se dijo confiado en que su partido obtenga buenos resultados en las elecciones intermedias del próximo año, cuando estarán en disputa varias gubernaturas, entre ellas la de Nuevo León, la cual esperan recuperar, lo que le daría un buen impulso para el 2018, cuando esperan regresar a Los Pinos.
Todo eso está por verse, pero, por lo pronto, será indispensable que Madero empiece a trabajar para ganarse la confianza de los panistas que votaron en su contra, quienes desean que el PAN recupere la imagen y los valores tradicionales que ha ido dejando o perdiendo en el camino, y que (como si fuera una simple gripe), se erradiquen la corrupción, y las “chuecuras” en el ejercicio del poder por parte de sus correligionarios.
También será indispensable que el presidente nacional del PAN lleve a cabo una titánica labor de convencimiento en pro de la unidad, algo nada fácil por cierto, dado lo ríspido de la campaña y las graves acusaciones y descalificaciones que se lanzaron durante la misma, que dificultarán la cicatrización.
Las probabilidades del PAN de avanzar, quedarse estancado o retroceder, dependerá, en gran medida, de lo que ocurra internamente luego de este difícil proceso.