El Día de Muertos es un día muy especial, no sólo porque es la fecha dedicada al recuerdo de nuestros seres queridos ya desaparecidos, sino porque nos brinda la oportunidad de volver a ver y saludar a viejos conocidos, y aun a parientes, a quienes vemos muy de vez en cuando.
Ese día, los panteones y sus alrededores lucen pletóricos de gente, y es entonces cuando vemos a muchos paisanos que residen en otros municipios o entidades, e incluso en el extranjero, y es ocasión propicia para saludarlos y recordar anécdotas de nuestra época de estudiantes o de nuestra adolescencia.
A propósito, ya en ocasiones anteriores me he referido a la época en que formé parte del gremio de los filarmónicos, que, en mi caso, abarcó aproximadamente 20 años, contados a partir de 1965, cuando a invitación de Juan Manuel Zapata, ingresé a un grupo de música moderna que se llamaba “The Big Boys”, del que también formaban parte Manuel Estrada y Juan José “El Borrado” Pérez, que era el vocalista.
Posteriormente formé parte de otros grupos, entre los que puedo anotar a la Orquesta Estrellas de César Barrera, Los Latinos de Teo Acevedo; Mar y Tierra, Banda Sabinas, La Familia y Zafiro, además de un breve tiempo con el grupo de Víctor y Fina, con el cual tuve la oportunidad de realizar una gira de seis semanas por el vecino país del norte.
Obviamente, a lo largo de estas dos décadas conocí y conviví con muchos compañeros filarmónicos, tanto en los grupos de los que formé parte, como de otros con los que alternábamos, tanto locales como foráneos.
Y aunque inicié la columna escribiendo acerca del Día de Muertos, que relacionamos con la tristeza, la concluyo con estos apuntes sobre el medio musical, que es la otra cara de la moneda, aprovechando para felicitar a todos los filarmónicos con motivo de la celebración de su día, el próximo 22 de noviembre.