Francisco J. Echazarreta

Día de Muertos

Lo que el tiempo se llevó

Francisco J. Echazarreta

En el largo trayecto del tiempo y los más de tres siglos que tiene nuestra aldea, es hasta principios del siglo XIX cuando los entierros tienen lugar en los cementerios separados de la Iglesia.

Francisco J. Echazarreta

En el largo trayecto del tiempo y los más de tres siglos que tiene nuestra aldea, es hasta principios del siglo XIX cuando los entierros tienen lugar en los cementerios separados de la Iglesia.

A fines de los octubres, por las calles del poblado, ves colgadas en las puertas de muchas casas, “Se venden coronas” y el montón de coronas en las puertas a la ventana, presagiando de que el dos de noviembre esta ya próximo… Tiempos de las cañas de azúcar, de la nuez de los nogales… de los piloncillos… el madurar de las naranjas… de la miel de las abejas… del recuerdo de los abuelos.

Doña María, hacía coronas por estas fechas, y aunque su esposo trabajaba en Estados Unidos, ella se ayudaba. Doña Marina, las vendía por el Barrio de Sonora. Don Arturo las sacaba a la banqueta, y aquello se impregnaba de un ambiente de recuerdos. Días de recordar a los que se han adelantado, el recuerdo del duelo, del detalle… de luto…

El moño en la puerta de la casa, o el mismísimo día del evento, ver los cuatro cirios encendidos, junto al féretro y las señoras rezando “el rosario” en la otra habitación. Ese día en casa de los deudos no se cocinaba, si acaso café, los vecinos enviaban algo de comer. El olor penetrante de los cirios quemándose, de los ramos de laureles y flores… llanto y rosario… rosario y llanto, la espera de los hijos lejanos, de los hermanos fuera del pueblo… la espera.

Cuando amanece un nuevo día y le agradeces al creador por tener vida y darte un día mas de existencia, amable lector, pareciera que no pensaras, el de que, es un día menos, de tu existencia y es que la muerte siempre está a tu lado, siempre está contigo. En el inconsciente nos dice Freud: “Todos están convencidos de su propia inmortalidad” es decir que, nadie cree en su propia muerte.