La herencia de los caciques y caudillos

De Solares y Resolanas

Cuando arribaron los conquistadores y pobladores de procedencia ibérica a la región noreste, debieron tratar y/o someter caciques o caudillos indígenas que comandaban o regían las diversas rancherías o naciones de las llamadas tribus chichimecas. Los cronistas de la época se refieren a ellos como capitanes, jefes, caciques o caudillos, cuyos nombres se aplican en la actualidad a sitios emblemáticos como lo son Nacataz e Icamole en Villa de García, Mamulique en Salinas Victoria, Lazarillos y Colmillo en Allende, el Huajuco en Villa de Santiago y Zapalinamé en Saltillo.

Según la leyenda, Zapalinamé fue un valiente guerrero de la tribu de los huachichiles, quien al ser herido después de librar un feroz combate defendiendo la libertad de su pueblo, llegó hasta su refugio en la sierra. Ahí cansado, se recostó; viendo el azul intenso del cielo que cubre el valle de Saltillo, decidió quedarse como protector del aquel lugar. Hoy en día la sierra de Zapalinamé es una reserva natural protegida, que produce el 70 % del agua que se consume en la zona de Saltillo, Ramos Arizpe y Arteaga.

Colmillo también tiene una leyenda similar. Fue un cacique huachichil perteneciente a la nación Cayo Cuapa junto con su hermano Huajuco. Fue bautizado con el nombre de Cristóbal y cuando fue gravemente herido, huyó hasta un paraje situado río arriba del Ramos en Allende, en donde murió. Por las noches en los alrededores, lo mismo se oyen el canto y el llanto del cacique.

Indudablemente el más conocido de todos los caciques indígenas se llama Huajuco, pues su nombre da origen a una extensión territorial situada al sur de Monterrey, la cual atraviesa todo Villa de Santiago y parte de Allende, delimitada por la sierra Madre y el cerro de la Silla. Se le describe como alto, feroz, mandaba con imperio y hablaba diversas lenguas. Mantuvo en estado de sitio a Monterrey y a sus alrededores con sorpresivos y continuos ataques. Una vez que se convirtió al cristianismo, se dedicó a robar jóvenes indios para venderlos en colleras. En 1625, yendo con rumbo hacia el río del Potosí, los mismos indios se le rebelaron, dejándolo gravemente herido, en donde incluso mataron a un hermano suyo.

Por ese tiempo, en jurisdicción de Pesquería andaba otro cacique del grupo de los tepehuanes quien murió de una lanzada. O el caso de Nacastlahua, quien fue muerto a palos en 1624 en Cadereyta porque se sentaba a la mesa antes que sus patrones. Por lo mismo, los indios se rebelaron y quemaron el jacal en donde vivía Alonso Pérez. Ahí mataron a uno de nombre Pereyra a quien se comieron en barbacoa.

Hay otro cacique de nombre Martín Hualahuis, quien atacó en 1655 una estancia de Nicolás Vázquez en San Pablo de Labradores. Fue atrapado y conducido a Monterrey en donde fue bautizado, siendo su padrino Martín de Zavala. Con su gente se formó la misión de San Cristóbal de los Hualahuises. Otro indio cantor de la misma ranchería de San Cristóbal, perteneciente al pueblo o nación de los Hualahuises, participó en varias de las empresas de pacificación y conquista al servicio de los nuevos pobladores, pues al saber diversas lenguas, prestó valiosos apoyos por conocer las tradiciones y creencias de los distintos pueblos de la sierra de Tamaulipa.

Hubo otro de nombre Cabrito, quien se levantó contra los conquistadores en 1651 por el rumbo de la sierra de Papagayos allá en el actual municipio de Los Ramones. Para someterlo, su esposa fue confinada a una casa que Alonso de León tenía en Cadereyta. La india escapó y dio aviso de cómo estaba la situación de la ranchería, a donde cayeron los indios el 27 de noviembre de 1651. El sitio fue roto cuando llegaron vecinos de Cadereyta a rescatarlos. Ahí Cabrito fue mortalmente herido y antes de morir, pidió se robaran las bestias a los pobladores para poderlos vencer. De por el mismo rumbo, tenemos a Lazarillo, un cacique indio del grupo de los borrados, nacido en 1599, quien vivía en Cadereyta en 1639.

Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina