Un 5 de febrero

De Solares y Resolanas

En el 5 de febrero coinciden tres fechas de carácter nacional. Un 5 de febrero de 1857 se promulgó la Constitución Federal, un día similar pero de 1917 se promulgó la Constitución Federal vigente. Para los católicos mexicanos también es una fecha importante, pues celebran al primer mártir y santo mexicano declarado por la Santa Sede. En su momento, el presidente Guadalupe Victoria (1824-1828)  decretó que el 5 de febrero fuera considerado como fiesta nacional en honor al proto mártir mexicano.

La Constitución de 1857 fue elaborada después de la toma del poder de los liberales comandados por Juan Alvarez en la Revolución de Ayutla. Con ella se ratifican las leyes Juárez y Lerdo, se incluyeron las garantías individuales, la enseñanza laica, la libertad de cultos, la separación entre los asuntos de la Iglesia y del Estado Mexicano y reinstaló el sistema federal. Pero ésta constitución provocó la violenta reacción del bando conservador, quienes amparados con el Plan de Tacubaya, iniciaron la Guerra de Reforma.

El 14 de septiembre de 1916, Venustiano Carranza expidió un decreto disponiendo la realización del Congreso Constituyente en la Ciudad de Querétaro. Ahí en el Teatro de la República, declarado recinto oficial de la Nación, se discutieron ampliamente los principios para plasmar en derechos las reformas sociales, con la intención de consolidar uno de los sistemas políticos más importantes del siglo XX. El 5 de febrero de 1917 se promulgó oficialmente nuestra Carta Magna, cuyos aportes básicos son el Artículo Tercero  en educación, el 27 en materia agraria y el 123 en materia laboral.

El primer santo mexicano cuyo santoral data también del 5 de febrero, nació en la ciudad de México en 1572 y murió en Japón en 1597. Su nombre completo era Felipe Casas Martínez o probablemente Canales Martínez. Ingresó al convento franciscano de Santa Bárbara en Puebla, de donde salió para trabajar como platero y luego marchar rumbo a Filipinas en donde llevó una vida silenciosa. En 1592  ingresó al Convento de Santa María de los Angeles de la ciudad de Manila en donde profesó sus votos. En 1596 se embarcó hacia México en donde debía ordenarse sacerdote, pero el navío tuvo problemas en alta mar y lo llevó hasta el Japón.

Felipe se dirigió a donde estaba el superior de la orden franciscana y en diciembre de 1596 fue hecho prisionero con otros 26 religiosos que después fueron crucificados como señal de rechazo a la introducción de la fe católica al imperio del Sol Naciente. Cuenta la tradición que cuando Felipe murió, en la casa de sus padres en la ciudad de México, había una higuera que rara vez daba frutos y que precisamente ese fue un aviso que consideraron divino, pues en esa ocasión dio higos. En 1616 se inició el proceso de beatificación que concluyó el Papa Urbano VII en 1627 y el Papa Pío IX lo canonizó en 1862.

Rápidamente la noticia del martirio de San Felipe de Jesús se difundió por toda la Nueva España, a tal grado de que en el Nuevo Reino de León, a una antigua estancia ganadera, situada al oriente de la Villa de San Juan Bautista de Cadereyta, se le impuso el nombre de San Felipe de Jesús de China en su honor. Pero los pobladores cometieron un error similar al de Colón cuando se equivocó pensando que había llegado con las Indias Orientales.  En el siglo XV los navegantes transitaban por el Océano Indico, llamando Cimpango a Japón y Catay a China. De igual forma creían que China era tan grande que abarcaba a todo el oriente. De ahí que los novohispanos y en especial los ganaderos del nuevo rancho confundieran y pensaran que a San Felipe lo habían crucificado en China cuando en realidad fue en Japón. Y por eso Nuevo León tiene un municipio que se llama China y cuya parroquia está dedicada a San Felipe de Jesús, pues en su momento se llamó San Felipe de Jesús de China.

Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina