Profr. y Lic. Héctor Jaime Treviño Villarreal

Andares por el Barrio

Crónicas de Nuevo León

Profr. y Lic. Héctor Jaime Treviño VillarrealHablar de barrios en una urbe como Monterrey, es sinónimo de añoranza, de nostalgia por los tiempos idos, es remitirse a las caudalosas aguas del río Leteo, el río del olvido, para rescatar cual magnífico sobreviviente, al hecho que caló fuerte en el ánimo de quien lo presenció.

Hablar de barrios en la gran ciudad es suspirar hondo, profundo, es derramar lágrimas al ver la transformación a que la llamada modernidad los ha sometido, y en muchos de los casos, la aberración arquitectónica material y espiritual que los ha destrozado.

¿Dónde están aquellas risas infantiles? ¿Dónde los juegos de antaño? Ya no se ven las clásicas señoras que por las tardes sacaban las mecedoras, dando arrullo al infante o vuelo a la lengua para contar el suceso cotidiano, el chisme siempre presente o las narraciones de brujas, fantasmas y aparecidos.

El tendajo de la esquina, la señora que echaba a mano las tortillas, los olores de la panadería o de los guisos caseros que al caminar por las banquetas despertaban el apetito, las rondas infantiles, la roña, el bote volado, los prisioneros, los encantados, hasta las suspicaces cebollitas, el trompo, el balero, el yoyo y las güilas, no aquellas de labios pintados de rojo intenso y de talle estrecho, sino los papalotes o cometas.

Hasta las travesuras tenían otra dimensión en el tiempo y el espacio; el tiempo era nuestro y el espacio era nuestro, no el de ahora, porque los niños de ahora tienen su propio tiempo, su propio espacio; esto también hay que comprenderlo.

Recordar a los maestros de aquella época, verdaderos apóstoles del magisterio con el estómago vacío. El viejo espíritu de aquellos próceres como Miguel F. Martínez, Serafín Peña, Pablo Livas, Plinio D. Ordoñez, Pepita Fraustro, María Valdez y muchos otros, todavía campea en la educación nuevoleonesa; ese viejo espíritu le ha hecho soportar los embates de la burocracia tecnócrata y deshumanizada, que desde sus aposentos en el gobierno, aunada a la de cuello blanco de la iniciativa privada, tratan de acabar con lo mejor del magisterio y también con el sólido espíritu de nuestra Universidad Autónoma de Nuevo León.

En el Barrio Antiguo destacan la grandeza histórica de la Catedral, el Casino de Monterrey, la Casa del Campesino, Calicanto o la Casa Grande que son inmuebles notables; también la de aquellas casonas de las familias que residían en el Barrio Antiguo: los Guimbarda, los Castillón y otras más.

Hoy el Barrio Antiguo nos mueve a la reflexión, ¿Cuál será su destino? ¿En qué terminará aquel quimérico e idílico proyecto de Quintanilla Coffín, cristalizado en la administración de Sócrates Rizzo? Hoy, en el Barrio Antiguo, ante las circunstancias actuales, se debate su futuro, se requiere repensar el barrio y aunque no se quiera admitirlo, se encuentra en la encrucijada: o cantina y antros, o cultura y rescate de viejas tradiciones, ¿Podrá esta dicotomía coincidir?

Los acontecimientos nos llevan a predecir el predominio del solaz y esparcimiento nocturno de los jóvenes, bien regulado por las autoridades municipales, alternando con las viejas raíces de la cultura y de las familias que aun viven allí.