Historias y Personajes: “El Señor del Serpentario” – octava y última parte

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Historias y Personajes: "El Señor del Serpentario" - 
octava y última parte

ENTREVISTA CON EL PROFESOR Y LICENCIADO HÉCTOR JAIME TREVIÑO VILLARREAL, PRESIDENTE DE LA ACADEMIA DE LA LENGUA VIPERINA

RES.- Algo que desees añadir.

HJTV.- Invitar a todo mundo. Ahí está abierto, van desde doctores en biología, doctores en geología, grandes conocedores de la arquitectura, políticos en uso y en desuso, amas de casa… De todo tenemos ahí. Hay absoluta libertad de expresión.

Hay un dato muy interesante: a más de la mitad de los que asisten, yo no los conocía. Y ésa es otra de las virtudes de la Academia, que hemos hecho grandes amistades. Al doctor Rafael que tiene su grupo bohemio "El Gallinero", yo no lo conocía. A Rafael Pérez Salazar, un individuo grandote que frecuentemente habla en las sesiones, tampoco lo conocía. Yo no había convivido con el doctor Carlos Alatorre, aunque sabía de su existencia. Al Conde lo conocía como humorista y ahora es nuestro gran amigo.

Esto ha permitido hacer una gran familia. La Academia de la Lengua Viperina tiene ese gran orgullo: SER UNA GRAN FAMILIA. Algunos de los integrantes están en el gobierno, en el Congreso, en alguna institución cultural y para ellos es un orgullo decir: "Pertenezco a la Academia de la Lengua Viperina". Sin mayor problema, ni vergüenza, ni lo andan ocultando.

Además, son duramente criticados todos aquellos que omiten decir que son socios de la Academia de la Lengua Viperina. En un principio también teníamos reglamento. Cuando iniciamos, que era un "Club de Tobi", el arquitecto Benjamín Valdés, Director de Obras del INAH, era muy claro, muy preciso y decía: – ¡Por favor, cuando vayan al baño los varones machos, masculinos, levanten la tapa porque también vamos los arquitectos! Y dejaba con puntos suspensivos su indicación.

La otra normativa del reglamento, era muy dura y a algunos funcionarios les tocó padecerla. Establecía que cuando llegaran con el chofer, el sobrino, el amiguito, que lo dejaran allá afuera porque adentro les íbamos a decir que eran "mayates". Y ése no era el problema. El problema era que alguien se los pudiera arrebatar. Y no nos hacíamos responsables de esa situación.

Ya no lo hemos hecho últimamente, no sea que sí vaya a ser cierto.