¿Para qué sirve un cronista?

De Solares y Resolanas

Recientemente leí un artículo llamado ¿Para qué sirve un historiador? escrito por Justo Serna y publicado el 3 de mayo de 2012 en el prestigioso diario español llamado EL PAIS. A partir del mismo haré una analogía entre la función que realiza el historiador en comparación con la labor que realiza el cronista. Una vez un ilustre médico quien obtuvo su doctorado en historia en el Colegio de México, dijo en tono de burla: “en Nuevo León levantas una piedra y encuentras un cronista”. En efecto, tenemos cronistas en abundancia: municipales, oficiales, adjuntos, honorarios, consejos de la crónica, urbanos, rurales, literarios, deportivos, de notas sociales y espectáculos entre otros más. Ciertamente la crónica es un género literario y para realizarla se recurren a diversas formas para expresarla de acuerdo al contenido que se quiere manifestar o dar o conocer.

Se hace crónica para informar, recrear, promover la memoria y la identidad, convocar a la nostalgia y al recuerdo, para levantar un inventario del mundo en el cual nos movemos y existimos. Para dar cuenta de lo que fue y ya no es o está. Algunos hacen crónica exponiendo hechos y acontecimientos en línea cronológica. Otros la insertan en un contexto geográfico y espacial. Los cronistas urbanos describen con precisión y amplían el contexto que influye en los hechos. Se valen de recursos literarios y de palabras para favorecer y ampliar la crónica.

¿Para qué sirve un cronista?, Algo que regularmente nos preguntamos y nos interrogan los funcionarios públicos, los intelectuales y académicos además de la gente de nuestros pueblos incluso los familiares que no aciertan a comprender a lo que nos dedicamos. Ser cronista no es una chamba cualquiera, más bien es una vocación. Una vez un veterinario encargado de la cultura y de la educación en Santa Catarina me dijo en tono amenazante: “¿realmente se justifica pagarla a un cronista? Por supuesto, es obligación de un municipio promover la memoria y la identidad cultural del pueblo al que se sirve. El origen de la palabra ya lo dice todo: cronista nos remite al nombre del dios griego clásico llamado Cronos, el padre de los elementales y de los dioses.

Para los del gremio, el cronista es como el historiador: es el que sabe, el que ve, el que investiga. Un historiador es alguien que observa y por ello está preparado para relacionar hechos humanos y en consecuencia procura documentarse para tal fin. Busca testimonios para obtener versiones de esos acontecimientos. El historiador recopila datos y relatos para poner en orden las informaciones y para contar las cosas con la mayor imparcialidad posible, con la mayor erudición posible. Con el máximo de rigor y evitar caer en falsedades e impresiones. Ahora, la diferencia entre el historiador y el cronista, es que el primero estudia el pasado remoto y lo construye con fuentes a partir de los requerimientos del presente. Un cronista en cambio, estudia el pasado inmediato para provocar un cambio o transformación de todo lo que los demás ven o viven.

Tanto el cronista como el historiador tienen una visión fundamentada del pasado y nos ayuda a entender mejor lo que pasa. Un relato documentado de lo pretérito alivia y complica. Alivia porque nos hace ver que muchos de los problemas son equivalentes o parecidos a quienes nos antecedieron. Es cuando vemos como los antepasados tuvieron que soportar ultrajes mayores, estrecheces inconcebibles, persecuciones sin cuento y sin embargo y a pesar de ello salieron adelante.

El cronista mantiene nexos y cercanía con el pasado. Construye un puente entre el presenta y la tradición. Tiene documentos e informes que le permiten conocer todo lo que conforma nuestra realidad, pues te hace ver los problemas en contexto y el proceso que siguen o pueden proseguir. Cuando uno mantiene los nexos en las raíces y en nuestro pasado, el proceso y el contexto de lo que ocurre, todo lo demás se nos presenta como una realidad humana conformada por distintos aspectos. Todo está relacionado y tiene un sentido o significado por entender y explicar. Descubres que hay una parte previsible en el comportamiento individual y colectivo y que hay un lado azaroso, impredecible en los actos humanos. Es como si viéramos una película con un desenlace similar y por ello advertimos de los riesgos en los que se puede caer. Hacemos cosas con un fin, con una meta para que los demás se involucren en la vida de nuestros pueblos, pero sobre todo aprendan a apreciarlo, amarlo y a devolverle la grandeza perdida que otros le han quitado.

¿Pueden los cronistas anticipar lo que nos va a ocurrir? Un cronista no es un profeta que tiene una bola de cristal y sabe lo que vendrá. Pero si saben tanto del pasado, algo se puede predecir o prevenir. Aquellos que han acumulado datos e informes de los hechos pretéritos aventuran un discurrir posible, pero también sospechan el fracaso de sus predicciones. Lo que los humanos hagan dependerá de lo que quieran hacer y sobre todo de la composición y de los efectos imprevisibles que tengan sus actos ya vividos. Y la profecía se cumple en cuanto que el cronista puede anunciar y denunciar. Anunciar la grandeza de un pueblo y denunciar todo lo malo que le hacen o provocan. Por eso dicen que nadie es profeta en su tierra. Todo lo contrario, el cronista es un profeta pues se atreve a denunciar los errores de los funcionarios y malos ciudadanos que no les importa el contexto o la realidad en la que viven, solo satisfacer sus necesidades y carencias con recursos de los demás.

El cronista como el historiador basan su prestigio en los años de investigación y lectura. Sabe, como nadie, husmear la novedad historiográfica y sabe por dónde vendrán las novedades de la investigación. Es polémico porque no es un estudioso recluido en su gabinete, porque no es un académico que guarde silencio. Siempre que puede y le dejan dice la suya y eso que dice suele provocar malestares o animadversiones. Hace pensar y mueve conciencias. Un cronista se mete en todos los rincones de la casa y hace pronósticos a partir de cosas, de la acción humana, tan caprichosa, tan imprevisible. Por eso se basa más en disciplinas como la antropología y la sociología como los estudios culturales y artísticos. Un cronista sirve a la sociedad y su función es tan necesaria como la de cualquier funcionario o profesionista al que se le paga o retribuye por su labor.

Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de Santa Catarina