Desde el cerro de la Silla

De Solares y Resolanas

Regularmente relacionamos al cerro de la Silla con Monterrey. Conviene señalar que ni es cerro ni está propiamente en jurisdicción territorial de Monterrey. En realidad es una cadena montañosa que abarca los municipios de Guadalupe, Santiago, Allende, Cadereyta y Juárez. El cerro de la Silla, llamado así por su semejanza a una silla de montar, tiene una altura de mil 850 metros. Desde 1938 forma parte del Parque Nacional Cumbres de Monterrey y está considerado como reserva de la biósfera por parte de la UNESCO. Corre en línea paralela con la sierra Madre de sur a norte, formando el famoso cañón o valle del Huajuco. La Silla como la sierra Madre, las Mitras, Picachos, Papagayos y el Fraile, regulan el régimen térmico que afecta a la zona metropolitana y a sus municipios periféricos correspondientes al estado de Nuevo León.

Los antiguos y primitivos pobladores vieron a la Silla no como una roca inanimada, sino como el lugar en donde residían las fuerzas vitales de la naturaleza que aseguraban su sustento. El mismo Diego de Montemayor se asombró cuando vio a un indio flechando al Sol de manera ritual cuando salía sobre sus cumbres. Por eso en 1672 la reina Mariana de Austria aprobó esa imagen como el símbolo y escudo de armas de la Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey.

Se le atribuye el nombre a don Alberto del Canto cuando llegó a éste valle en 1577 procedente del Saltillo y llamó a la Mitra, el Topo, Santa Catarina, la Silla y Santa Lucía a éstos lugares. Y a decir verdad, la forma de silla de montar solo se ve desde el poniente. También se dice en tono de broma que su silueta se debe a un típico regiomontano cuando perdió dinero en el lugar y comenzó a escarbar hasta que le dio su silueta tan famosa. Según la leyenda, el célebre bandido Agapito Treviño, conocido como Caballo Blanco tenía su guarida en una de sus cavernas. De cómo Agapito conocía al revés y al derecho a toda la sierra, pues le daba por asaltar a los arrieros y comerciantes que llevaban y traían mercancías desde Linares, el Pilón, el Huajuco y Monterrey. Supuestamente unas viejitas de Allende, Nuevo León, lo contrataban para cometer fechorías y obligar a la gente a regresar al antiguo rancho del Reparo para abastecer otra vez de piloncillo y maíz. Un tiempo don Horacio Alvarado Ortiz estuvo buscando en una de sus cuevas a un ser fabuloso mitad humano y mitad pájaro, a quien llamaban el hombre pájaro.

El cerro de la Silla presente en corridos, polkas y shotices, como el de Tito Guízar, Marilú Treviño, Severiano Briseño y Aliber Medrano. En poemas y coplas como de Ignacio Montes de Oca, Nemesio García Naranjo, Alfonso Reyes, Francisco de Paula Morales y Eusebio de la Cueva. Pintado por Saskia Juárez, Silvia Ordóñez, Gerardo Cantú o Héctor Cantú Ojeda y otros más. Un cerro que acompaña a beatos y santos en la obra sacra de Efrén Ordóñez. Don Antonio Tanguma se inspiró en la Silla para una polka representativa. Una estrofa del canto de Tito Guizar dice: “Monterrey tierra querida, es el cerro de la Silla, tu estandarte y tu perfil”. O el clásico estribillo “Desde el cerro de la Silla se divisa el panorama cuando empieza a anochecer”.

Pedro Infante lo hizo famoso cuando filmó en Monterrey, Guadalupe y Santa Catarina algunas de las escenas de la película “Cuando lloran los valientes” en 1943. En esa película Pedro Infante canta acompañado por Severiano Briseño: “Desde lo alto del cerro de la Silla, estoy mirando a mi lindo Monterrey”. Una montaña que enamoró con su belleza al gran Manuel Payno: “pero lo que hace que la población sea extremadamente bella, es su situación al pie de dos cerros elevadísimos, el de la Silla y el de la Mitra. El primero cuyo nombre le viene sin duda de la perfecta semejanza que tiene la figura de su cima con un fuste de silla, es de altura prodigiosa y tiene una hermosura y encanto indefinibles. Tan lleno de verdor, tan majestuoso, dibujándose en el azul del firmamento.

He visto multitud de cerros y montañas, pero nunca había contemplado otro tan lleno de belleza como el cerro de la Silla, de Monterrey; parece el protector de la ciudad y el confidente de los astros". También el poeta potosino Manuel José Othón admirado por su belleza se refirió a la Silla: “¿Porqué muestra tan épica figura, esa enorme cadena de montañas? Sus formas terroríficas y extrañas, solo Dios modeló, no la ventura”.

El célebre Alfonso Reyes publicaba en su “Correo de Monterrey” una viñeta con el cerro de la Silla y unas chimeneas humeantes. Hasta se le atribuyen dos versitos: “Oh cerro de la Silla quien estuviera en tu horqueta, una pata pa´Monterrey y otra pa´Cadereyta”. O la que compuso al tec de Monterrey cuando decían que buscaba la rectoría de tan afamada casa de estudios: “Oh cerro mitológico quien estuviera en tu cima, para admirar desde lo lejos al famoso tecnológico”. Creo que la mejor forma de ver al cerro de la Silla, es cuidándolo y protegiendo su hábitat que nos da vida. Y especialmente en éstos tiempos donde le han hecho tanto daño, poniendo un estadio junto a él, cortando y extinguiendo la vida del único río vivo que hay en Monterrey y con aquel proyecto de construir un túnel que comunique a la carretera nacional con Juárez, Nuevo León.

Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina