Dr. Antonio Guerrero Aguilar

Al siervo de Dios: Pablo Cervantes

De Solares y Resolanas

Dr. Antonio Guerrero AguilarEn otra colaboración, señalaba con cierto dejo de envidia, lo que Nuevo Laredo ganó al recibir al padre jesuita Enrique Tomás Lozano. Es verdad que muchas obras de desarrollo y bienestar fueron promovidas en su tiempo por el padre Lozano. Indudablemente un santo. Pero en ésta ocasión, quiero platicarles del padre Pablo Cervantes, de quien se tiene abierta una causa para su beatificación y de quien también estuvo en la parroquia de Santa Catarina.

El padre Cervantes fue un hombre de bien, inteligente, sabio y abierto a las necesidades de su pueblo, además de promotor de los estudios sociales en Monterrey, en especial de la promoción de la Doctrina Social de la Iglesia. El padre Cervantes, nació en Amealco, Querétaro el 15 de enero de 1891. Desde termprana edad ingresó al Seminario de Querétaro en donde realizó los cursos de humanidades y de filosofía. Por su inclinación a los estudios eclesiásticos y ante la necesidad de contar con pastores y verdaderos hombres de Dios insertados en su mundo, fue enviado a la ciudad Eterna, Roma, Italia para concluir sus estudios y alcanzar el orden del sacerdocio.

Fue ordenado sacerdote en Roma en 1914. En la ciudad capital del antiguo imperio rmano y luego bendecida por la sangre de los mártires obtuvo el doctorado en teología por la Universidad Gregoriana. Poco antes de regresar a México, en plena época jacobina y repleta de persecuciones, se dio tiempo para visitar los lugares santos en el Medio Oriente. Al llegar a México. fue vicario en su pueblo natal,

Por invitación del Arzobispo Francisco Plancarte y Navarrete, llegó a Monterrey en 1917. Se dice que cuando llegó a la capital, solicitó a un cochero que lo trasladara al obispado. Como el conductor no supo diferenciar entre la sede de la Curia Arzobispal de Monterrey y el vetusto edificio que está sobre la Loma de la Chepe Vera, lo llevó al cerro del Obispado y le dijo: “Ha llegado al Obispado”. Entonces el padre Cervantes asustado pues todo el lugar estaba prácticamente deshabitado, le pidió que lo llevara al lugar en donde estaba la sede del gobierno eclesiástico de Monterrey.

Una vez instalado en su nueva arquidiócesis, le fue encomendada la parroquia de Santa Catarina en la cual sirvió pastoralmente del 26 de agosto de 1917 al 23 de junio de 1918. Luego fue trasladado a Monterrey en donde fue capellán de algunas órdenes religiosas, además de que fundó la Acción Católica. Pero no solo era hombre de acción, también era todo un académico y por ello fue nombrado vicerrector, además de prefecto de estudios del Seminario Arquidiocesano de Monterrey.

Ya instalado en Monterrey, sirviendo como vicario en la Catedral y en el templo de Nuestra Señora del Roble, se dio tiempo para introducir los estudios sociales en la ciudad como fundamento para entender mejor el proyecto salvífico de Dios. Entre los múltiples puestos que ocupó, figuran el de capellán del templo de Nuestra Señora del Roble, vicario general y canciller secretario de la Arquidiócesis de Monterrey. De igual forma fue nombrado canónigo y deán de la Catedral de Monterrey.

Se distinguió por su interés y promoción del magisterio social de la iglesia. Además de que apoyó la formación teológica de los seminaristas. De igual forma apoyó a la profesora Sarita Guerra para la apertura de una escuela primaria y secundaria para la educación de la mujer a la que llamaron Centro Cultural LUMEN.

El padre Cervantes murió el 7 de abril de 1956 en Monterrey. Ante su dolorosa pérdida material y ante la necesidad de continuar con la educación teológica de los presbíteros de Monterrey, los alumnos del Seminario de Monterrey fueron enviados a Moctezuma, Nuevo México para completar su proceso de formación eclesiástica. Muchos alumnos suyos supieron alcanzar la intención del maestro, entre ellos puedo señalar al padre Miguel Alanís Cantú y Enrique Flores Solís, de quienes hablaré en otra ocasión. Por su vida ejemplar tiene abierta una causa de beatificación en la curia romana.

Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina