Dr. Antonio Guerrero Aguilar

Las hazañas insurgentes en la Pesquería Grande

De Solares y Resolanas

Dr. Antonio Guerrero Aguilar

En la primavera de 1813, las tropas realistas se preparaban para la defensa de la ciudad de Monterrey, pues se decía que un grupo de indios Ayahuas, Garzas y Carrizos, así como muchos vecinos simpatizantes con la insurgencia, atacarían de un momento a otro para proclamar la independencia del Nuevo Reyno de León.

Dr. Antonio Guerrero AguilarEn la primavera de 1813, las tropas realistas se preparaban para la defensa de la ciudad de Monterrey, pues se decía que un grupo de indios Ayahuas, Garzas y Carrizos, así como muchos vecinos simpatizantes con la insurgencia, atacarían de un momento a otro para proclamar la independencia del Nuevo Reyno de León. Por ello se ordenó levantar unos tablados o vallas de madera en los alrededores de la Plaza de Armas. Para ello apostaron varios sitios de defensa, había continuas patrullas y rondines por las calles y a las ocho de la noche daban el “toque de queda”, con el cual los vecinos se recogían en sus casas.

Conviene señalar que desde la llegada de Jiménez, los grupos étnicos del norte del Reyno, especialmente los Garzas y los Ayaguas se habían sumado a su causa independentista. Pero también en todo éste proceso, los tlaxcaltecas estuvieron apoyando el bando realista.

Quien pretendía quitar las autoridades virreinales era José de Herrera que pertenecía a las fuerzas armadas de Bernardo Gutiérrez de Lara. Con su ejército recorrió la llamada ruta insurgente, de Monclova a Saltillo y poblaciones circunvecinas con la finalidad de sumar adeptos para la causa independentista.

Decidió pernoctar en la Pesquería Grande, lugar donde fue bien recibido, pues ese pueblo simpatizaba con la causa insurgente. Luego movió a su destacamento sobre Monterrey a la que atacó en la noche del 2 de julio de 1813. En esa batalla se hicieron de un cañón al que lazaron. A pesar de arrojo fue rechazado por el comandante José María Sada por lo que se regresó a Pesquería en donde instaló su cuartel, contando ya entre sus simpatizantes a 400 hombres. Por su parte, Policarpo Verastegui, mantenía en jaque a los pueblos del Valle de las Salinas con su grupo armado.

El 13 de julio de 1813, los militares realistas Timoteo Montañez y Adeodato Vivero prepararon una invasión a Pesquería, pues ahí se hallaba un grupo de insurgentes. Al día siguiente salieron de la ciudad de Monterrey con rumbo a la Pesquería Grande, apoyados por una fuerza de 74 hombres y un redoblete. Ya en el Puerto del Durazno se les unieron cerca de 30 voluntarios.

Antes de atacar al pueblo, mandaron a un espía al que le dieron 100 pesos como gratificación para que les notificara el estado y las circunstancias en que se hallaba el lugar. Ese día avanzó el grueso de la infantería hasta llegar a las inmediaciones del Río Pesquería, a escasa una legua de donde estaban los rebeldes. En eso, cuatro indios pertenecientes a las fuerzas de Herrera fueron a provocarlos, pero los realistas no se dejaron intimidar y les dispararon dos cañonazos, lo cual provocó que los insurgentes se fortificaran en las principales fincas de la localidad. Fue cuando el temor cundió por entre el vecindario y de acuerdo a testimonios orales, todos se pasaban la voz de alarma por las azoteas de las casas.

Un espía que habían mandado los realistas, les notificó que la plaza estaba defendida por 400 hombres, 40 de los cuales procedían de Salinas, del pueblo de Guadalupe y de Santa Catarina. Ellos tenían como 50 o 70 armas y un cañón que se trajeron de Monterrey cuando asaltaron la ciudad el 2 de julio y se decía que todos ellos se preparaban para atacar a Saltillo.

Fue cuando las fuerzas de Herrera se aprovecharon de la ocasión e hicieron de las suyas y causaron una situación apremiante entre la población, pues continuamente cometían abusos hacia los vecinos, a quienes tenían encerrados en sus casas por los toques de queda.

El 15 de julio se sumaron a los rebeldes, 50 indios procedentes de Cerralvo, Mamulique y de otros lugares. El espía les informó a los realistas de que en el Puerto de Nacataz ya se habían presentado algunos tiroteos. Dos días antes, los insurgentes pretendieron salir de Pesquería, tomando el rumbo del Puerto del Durazno para llegar hasta Santa Catarina. Pero al no tener éxito en su empresa se regresaron.

Mientras tanto la situación en la Pesquería Grande era insostenible, pues había muchos espías que pasaban la información necesaria. Ellos por cierto avisaron de la indecisión de ellos, si marchar a Saltillo o a Monterrey.

El 16 de julio de 1813, el padre Jesús María Fernández solicitó salir del lugar ya que no aguantaba más las atrocidades que se hacían a diario entre la población, pues cometían atrocidades, maldades y robos. Fue tanta la vehemencia de su parte, que hasta se descubrió el pecho pidiéndoles que lo mataran. Los insurgentes le permitieron salir y al llegar a Monterrey, informó al comandante de las fuerzas realistas de la situación tan difícil en el pueblo, también dijo que sus compañeros sacerdotes, el padre José Vital Martínez y el Padre Ginés, los habían tratado muy mal, sobre todo a éste último que se negó a entregarles su arma y que a un hijo del capitán Agabo de Ayala lo tenían prisionero, por ser el encargado de la Compañía de Patriotas que había defendido la ciudad de Monterrey el 2 de julio durante su ataque.

Por fin, el 17 de julio, los insurgentes evacuaron a Pesquería y huyeron con rumbo hacia Salinas. Aunque todavía pretendían marchar hacia Saltillo o marchar hacia la Sierra de Picachos. Finalmente Herrera optó huir con rumbo a Salinas. Su tropa ya diezmada, estaba formada por casi un centenar de individuos entre los que sobrasalían unas mujeres que lo mismo se defendían, atacaban montando caballos, que curaban, preparaban alimentos e impulsaban a los hombres al fragor del combate.

Ahí, en un sitio conocido como la Loma de la Calera, en el actual municipio de Salinas Victoria, se enfrentaron los dos bandos. El de Herrera, apoyado por Felipe de la Garza y su ejército formado por indios Carrizos, Ayaguas y Garzas y las tropas realistas, al mando de José María Sada, se enfrascaron en feroz lucha que duró menos de tres horas. Perdieron la vida cerca de 50 insurgentes, quedando 25 de ellos como prisioneros, entre los cuales estaba Leandro de la Cruz, aquel que había lazado el cañón en el ataque a Monterrey, cañón el que por cierto fue recuperado por las tropas realistas, mientras que el resto se dispersó hacia el rumbo de la Sierra de Picachos.

Cuando se supo de esa importante y significativa victoria, en la ciudad de Monterrey se alzaron las campanas al vuelo y se hicieron bailes y fandangos en señal de júbilo. Como señal de triunfo, se presentaron 52 orejas enlazadas en un cordón.

Joaquín de Arredondo en lugar de apoyar a José María Sada, lo relevó de su cargo para poner al capitán Ramón Perea como comandante de armas del Nuevo Reyno de León. Con ese cargo acudió a Salinas Victoria para ordenar el 18 de julio de 1813, el fusilamiento de Leandro de la Cruz y su cadáver fue expuesto en pleno trayecto de Pesquería a Salinas. Luego el día 20, fue fusilado José Urbina Cantú. Su cabeza fue expuesta en Santa Catarina, lugar en donde había sido aprehendido. Los prisioneros fueron conducidos a Monterrey en donde fueron encarcelados y a las mujeres que participaron en la revuelta, como castigo las pusieron a trabajar en faenas domésticas.

El 23 de julio, el teniente Montañez y Ventura Ramón, fueron a Pesquería y a sus inmediaciones para buscar insurgentes. Al día siguiente llegaron a Monterrey con siete prisioneros, quienes informaron que había más rebeldes ocultos en los cerros de los alrededores. A ellos se les hizo juicio y fueron sentenciados a muerte. También se corría el rumor de que un grupo rebelde estaba acampando en el Anahelo y que iban con rumbo hacia Mamulique. Seguían atrapando rebeldes quienes eran llevados a Monterrey. Durante éste tiempo, fusilaron y colgaron a muchos de los insurgentes en el camino de Santa Catarina a Pesquería.

A José Herrera y a su hermano Martín junto con los pocos que se salvaron huyeron con rumbo a Vallecillo, a donde llegaron el 26 de julio y se apoderaron de la plaza y otros tomaron el rumbo de Agualeguas. En el trayecto los insurgentes pasaron por Higueras y Charco Redondo. Para ello se dispuso que Montañez y Ventura Ramón marcharan con un contingente para pacificar a las dos poblaciones. Por lo que los rebeldes se rejuntaron en un sitio llamado La Chorreada en la Sierra de Picachos.

Ahí se verificó otra batalla el día 2 de agosto de 1813, en donde de nueva cuenta los simpatizantes de la lucha independentista fueron prácticamente barridos y obligados a refugiarse en otros puntos aledaños al Río Bravo. Herrera huyó a Cerralvo y de ahí a Mier, Camargo y El Refugio, sin embargo fue perseguido y batido por las tropas realistas.

José Herrera fue un lego de San Juan de Dios. Había desertado de un regimiento de Calleja y se había fugado de la cárcel de Saltillo. Figuró como capitán de un grupo encabezado por Julián Villagrán.

Antonio Guerrero Aguilar

Cronista de la Ciudad de Santa Catarina