Dr. Antonio Guerrero Aguilar

San Juan Diego y el Tepeyac

De Solares y Resolanas

Dr. Antonio Guerrero Aguilar

La vida material de San Juan Diego, sin duda alguna gira en torno a la polémica. En este caso, se confrontan historia y fe, pues desde el punto de vista histórico, no hay suficientes pruebas fehacientes que comprueben su existencia, pero desde el punto de vista de la fe, fue declarado santo de acuerdo a los lineamientos que propone la congregación para la causa de los Santos en la Curia Vaticana.

Dr. Antonio Guerrero Aguilar

La vida material de San Juan Diego, sin duda alguna gira en torno a la polémica. En este caso, se confrontan historia y fe, pues desde el punto de vista histórico, no hay suficientes pruebas fehacientes que comprueben su existencia, pero desde el punto de vista de la fe, fue declarado santo de acuerdo a los lineamientos que propone la congregación para la causa de los Santos en la Curia Vaticana.

Precisamente el nombre que le dio el Cardenal Primado de México, Arzobispo Norberto Rivera Carrera a Juan Diego la hora de su canonización, fue el de Cuauhtlatoatzin, que significa literalmente“el águila que habla”. En efecto, la tradición aparicionista lo hace un macehual, un miembro más bien del pueblo y de los de abajo, que recibió el mensaje divino porque fue elegido por la madre de Dios. Murió aparentemente en 1540.

Se dice que Juan Diego fue un invento de Antonio Valeriano en 1556 o del teólogo criollo novohispano llamado Miguel Sánchez quien escribió un libro llamado Imagen de la Virgen María, Madre de Dios de Guadalupe en 1648. Para muchos historiadores no hay pruebas de su existencia y en los últimos tiempos hasta se le ha relacionado como descendiente de Nezahualcóyotl.

Y que fue uno los hijos de la nobleza mexica que fueron cooptados por los frailes para que ayudaran en el proceso de evangelización. Indígenas que eran tomados como signos de la reconciliación de los indios despojados y vencidos, con el nuevo status quo que impusieron los españoles, grupos sometidos al dominio ibérico, huérfanos y desamparados de sus dioses que vieron en la Guadalupe Tonatzin, la promesa de continuar con sus tradiciones y sus formas de vida ancestrales. Por ello los mexicanos, que tienen más de indígenas según un estudio reciente que descifró al genoma del mexicano, recurren a la imagen de una madre amorosa que permite que los indios estén cerca de Dios.

Otros estudiosos, ven la existencia de un paralelismo entre Juan Diego y Moisés, entre el Tepeyac y el Sinaí, entre las rosas y las tablas de la ley. O también entre Juan Diego y el pastor Gil Cordero a quien se le apareció la Virgen de Guadalupe en Extremadura España. En ambos casos, la Madre de Dios les pide que en el sitio de la aparición se construyan templos. Es más, hay quienes señalan que la Virgen venía en la capa del Apóstol Santo Tomás a quien los indios confundieron con Quetzalcóatl.

El 12 de abril de 1939, monseñor José de Jesús Manríquez y Zárate exhortó a los obispos y teólogos mexicanos a rescatar la figura de Juan Diego, porque de llegar a la santificación, se llevaría “ a la raza nativa de México” a los altares”. Luego en 1977 a iniciativa del padre Lauro López Beltrán y del entonces Cardenal Ernesto Corripio Ahumada se resaltó la participación de Juan Diego en el llamado “Acontecimiento Guadalupano”, catalogándolo incluso como precursor de la Independencia.

A Juan Diego se le representa con camisa y calzón blanco, con ayate y huaraches, con una forma típica en su hablar de un macehual, sencillo, humilde, ingenuo y sensible. Luego el Cardenal Norberto Rivera Carrera lo llamó “Nuestro Verdadero Padre en la fe” y a la Virgen de Guadalupe como “Reina y Madre de nuestra Patria mestiza”.

El 6 de mayo de 1990 el Papa Juan Pablo II lo beatificó. Todo en medio de controversias de en torno a la falta de evidencias suficiente de su existencia, entre ellas la de ex abad Guillermo Shulenburg y del padre Manuel Olimón Velasco.

En 1883 en carta del entonces Arzobispo de México Pelagio Antonio Labastida y Dávalos y del historiador Joaquín García Icazbalzeta, habían señalado de que ni Zumárraga ni Bartolomé de las Casas o de otros contemporáneos hayan mencionado la existencia de Juan Diego. Pero en 1995 aparece el llamado “Códice Escalada” supuestamente firmado por Sahagún y que le llegó al padre jesuita Xavier Escalada. En ese documento se le representa como un indio macehual, que tenía 57 años cuando vio a la virgen.

El 14 de mayo de 2000 algunos sacerdotes e historiadores solicitaron a la Santa Sede que se detuviera el proceso de canonización de Juan Diego. Muchos de ellos se basaron en que Zumárraga no dejó testimonios acerca de las apariciones ni mucho menos de la existencia de Juan Diego. O también del provincial de los franciscanos Fray Francisco de Bustamante quien se quejó ante el virrey de que los indios veneraban a una imagen que pintó un indio llamado Marcos.

También trajeron a colación, una postura de fray Bernardino de Sahagún quien maneja el asunto de las apariciones como si fueran cosa de supersticiones, porque se decía que después de la caída de México Tenochtitlan, el diablo andaba vestido de mujer y que se le había aparecido a un cacique indígena. Aunque había muchos sitios de peregrinación, se le hacía raro de que solo fueran al Tepeyac para continuar con el culto a la Tonatzin.

Quienes se oponen a las apariciones, sostienen que el origen de la Virgen de Guadalupe del Tepeyac tiene que ver con las apariciones de la Virgen de Guadalupe de Extremadura, España. Y que el culto a ella lo trajeron los conquistadores, pues de allá procedían muchos de los que llegaron con Hernán Cortés, por cierto originario de esa región extremeña.

Para mi compañero, el cronista de Cuautitlán, Alberto Fragoso Castañares, existen muchas referencias ya sea escritas y orales en torno a la existencia de Juan Diego. Especialmente por tradición oral, se sabe que Juan Diego nació en el pueblo de Santa María Tlayacac. Y como historiador que pretendo ser, veo que en todo éste meollo en torno a la existencia de Juan Diego, están en juego opiniones institucionales que evaluaron ambas posturas y que al fin de cuentas, determinaron como cierta la existencia histórica de San Juan Diego. Yo también así lo creo.

¿Y saben por qué? Porque la historia de la salvación se realiza a través de una historia humana. Y Dios en su infinita grandeza, puede hacer que a los humildes se les ensalce y a los ricos los hace vacíos. Basta con visitar la Basílica de Guadalupe en el Tepeyac y sentirse pequeño en ese verdadero milagro. Ahí, por más inteligencia y lecturas que uno tenga, queda estupefacto ante las maravillas de la obra divina.

Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina