Profr. y Lic. Héctor Mario Treviño Villarreal

¡Ratas en la iglesia!

Profr. y Lic. Héctor Mario Treviño VillarrealLa mañana del 25 de abril de 1821, una grave noticia que movió al pueblo, al grado que todo mundo suspendió sus actividades cotidianas y se dio cita en la casa del alcalde José Francisco Ramírez, exigiéndole justicia.

La multitud enfurecida, armada con palos e instrumentos de trabajo, recorrió toda la población y sus alrededores en busca de los responsables.

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Sucedió en 1820

Profr. y Lic. Héctor Mario Treviño VillarrealEl 24 de julio, el alcalde Francisco Lazarte informó por cuatriplicado, al Gobernador Político Interino de la provincia, Francisco Bruno Barrera, que en cumplimiento al oficio respectivo, se juró en la jurisdicción de Vallecillo, la Constitución Política de la Monarquía Española, sancionada por las Cortes Generales y Extraordinarias de la Nación.

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De pulperías a los ayuntamientos

Profr. y Lic. Héctor Mario Treviño VillarrealEn el Nuevo Reino de León, los distintos ramos del comercio eran regidos por las disposiciones de la Real Hacienda, a través del administrador de alcabalas de la Provincia.

Todo tipo de establecimientos debían de tener la licencia correspondiente; obligándose a pagar los impuestos hacendarios, según el mandato de dicha autoridad; aspectos que quedan de manifiesto en las siguientes solicitudes para establecer tiendas de pulpería o sea, lugares donde se venden artículos diversos para el consumo, excluyendo la lencería (conjunto de lienzos de distintos géneros):

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Conflicto minero

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El trabajo en las minas era el más peligroso y duro, las condiciones y la técnica lo hicieron muy riesgoso. Para su explotación se utilizó la mano de obra indígena y el sistema de partidos.

Los conquistadores y sus descendientes obtuvieron mercedes de encomiendas, o sea, indios obligados a servir y tributar a un encomendero, a cambio de impartirles doctrina cristiana y buen trato.

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Salomónica decisión

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La vida cotidiana en el pueblo transcurría normalmente, la paz y el orden eran violentados en forma esporádica, a raíz de la amenaza aborigen, asaltos efectuados por bandoleros e informaciones sobre los sucesos independentistas.

Sin embargo, problemas menores de orden común y noticias escandalosas, como rapto de mujeres y pleitos pasionales, eran motivo de verdadera indignación, sobre todo en los diferentes corrillos, conformados principalmente por grupos de personas que para matar el tiempo se dedicaban a “meter tijera” a todo mundo, desde el cura hasta las autoridades, pasando por la hija de la vecina, el loco y el vagabundo.

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María Gertrudis

Profr. y Lic. Héctor Mario Treviño VillarrealMaría Gertrudis era una india de la nación ayagua, desde niña se diferenció del resto de sus congéneres por su simpatía, inteligencia y audacia. Tenía la virtud de cautivar a las personas, entabló relaciones con gente importante de la localidad y con los principales jefes indios de los alrededores, por su tacto e intuición, salvó varias veces al Real de inminentes ataques aborígenes. En una ocasión negocio la paz, con un grupo numeroso de guerreros hambrientos, a cambio de reses y caballada.

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Sorpresivo asalto

Profr. y Lic. Héctor Mario Treviño VillarrealLa noche del 31 de julio de 1816, el vecino José de Jesús García salió de su casa a ver a Juan María Ramón, en las afueras del pueblo. Sin prisa alguna paso a paso se alejó del caserío, la oscuridad de la noche dificultó seguir la vereda, sin embargo, no desanimó en su empeño, pues estaba seguro que al llegar, sería compensado por unos buenos tragos de vino y toda una noche de diversión, ya que su amigo prometió invitar a varias “doncellas”.

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Gran susto

Profr. y Lic. Héctor Mario Treviño Villarreal
Los primeros días de marzo de 1816, un grave peligró amenazó a la población, gran cantidad de indios hostiles merodeaban por las riberas del río Salado. Los exploradores del destacamento militar, afirmaron que no eran pacíficos, situación que se confirmó al reportarse varios ataques y depredaciones en ranchos cercanos. Por el número de ellos, se pensó que su intención era saquear el Real, el cual en esos momentos mostraba una importante mejoría en su casa, aunque aún no era posible hablar de un nuevo auge. Durante todo el mes, grupos reducidos de aborígenes incursionaron a robar ganado y comida, los vecinos como pudieron, trataron de proteger sus pertenencias y a sus familias. El temor creció en la medida en que día a día llegaron más y más, según los informes, eran de distintas naciones, incluso de algunas partidas muy al norte. De todas partes se notificó la huida de infinidad de naturales de servidumbre, se pensó que tal concentración era parte de una rebelión masiva, algo similar a lo ocurrido en 1811, con el alzamiento de las tribus ayaguas y garzas a favor de la independencia.

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Un cura miedoso

Profr. y Lic. Héctor Mario Treviño VillarrealAnte la grave amenaza de un inminente ataque sobre la población, por un numeroso grupo de naturales hostiles, el 10 de marzo de 1816, el Teniente Cura del Real, cerró la iglesia y se trasladó a Sabinas, no obstante que a nombre del vecindario le suplicaron no hacerlo sin antes dar cuenta a la jefatura eclesiástica correspondiente.

Tal situación provocó gran indignación, entre los lugareños, los cuales aseguraron “que semejante abandono no era justificable en virtud de que ya se habían tomado las providencias necesarias para la defensa.”i

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La muerte de Juan Candelario de la Cruz

Profr. y Lic. Héctor Mario Treviño VillarrealDespués de la derrota de “La Chorreada” en la Sierra de Picachos, en manos de los realistas, el indio insurgente Juan Candelario de la Cruz vagó por las montañas y merodeó por distintos pueblos buscando reagrupar su gente, lo que logra a medias, pues no todos pudieron encontrarse; unos fueron masacrados en el intento y otros capturados. Arredondo, Perea y otros oficiales ejecutaron a cuanto insurrecto o sospechoso cayó en sus garras, querían dar un escarmiento a todos y dejar bien claro quienes representaban la fuera y autoridad. Se creó una ola de terror en torno a las tropas del rey, especialmente del sanguinario Capitán Perea y el implacable Brigadier Joaquín Arredondo y Mioño, azotaron la comarca cometiendo todo tipo de injusticias y asesinatos, en función de salvaguardar los intereses de la Corona.

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