Profr. y Lic. Héctor Jaime Treviño Villarreal

Sabinerías

Sabinerías

Profr. y Lic. Héctor Jaime Treviño VillarrealSabinense valiente

La prolongación de la calle de Zuazua al oriente, pasando la Carretera Nacional, lleva el nombre de Pablo de los Santos; muchos pensarán que su denominación se debe al dinámico comerciante, fraccionador y político de ese nombre, que por un tiempo rindió pleitesía al dios Mercurio en Monclova, Coah.

Pero el nombre de esa calle se debe al revolucionario sabinense Pablo de los Santos Morales, hijo de quien fuera comerciante, ganadero, minero y alcalde de Sabinas Hidalgo, en la primera década del siglo XX, Pablo de los Santos Caso.

Pablo chico, era poseedor de un carisma especial, los jóvenes y adultos lo seguían, veían en él, al líder natural, a quien sabe mandar sin ofender, al que sabe dirigir y encauzar; en los eventos, fiestas y actividades económicas de la región su nombre prevalecía, ya como jinete, comerciante o minero.

El 2 de mayo de 1911, se lanzó a la rebelión maderista al tomar la Presidencia Municipal y otras oficinas públicas de Sabinas; su participación en  la lucha armada obedecía, no tanto por seguir los postulados de Madero, sino que la decisión del Gral. Bernardo Reyes de no participar en la contienda para suceder al Gral. Porfirio Díaz, llevó a muchos jóvenes a la decepción y como soplaban vientos de cambio, era necesario estar presente en el nuevo escenario político.

A la caída de Madero y con el ascenso de Victoriano Huerta, este sabinense valiente no se afilió al carrancismo por viejas rencillas con el hermano de don Venustiano, Jesús Carranza, en cambio defendió la causa huertista y se labró un brillante historial militar que concluyó con su muerte en la famosa Toma de Zacatecas, donde murió junto con su hermano Francisco.

Ignacio M. Muñoz en su libro Mito y Verdad de la Revolución Mexicana, dice de Pablo: "era un tipo genuino de la gente del norte, apostaría que nació en algún pueblo de Nuevo León. Alto, fornido, de rostro sanguíneo, bigote largo y algo rubio, nariz aguileña, fuertes manos de campesino, entrecejo fruncido y mirada penetrante, personificaba al tipo más común del hombre de armas procedente de la zona fronteriza… era un poco agresivo… más tarde, ya en el combate, aquel hombre rudo, cambió su actitud por la de un camarada franco, llano, sin dobleces, resuelto y valeroso".

El Profr. Francisco J. Montemayor lo retrata así: "su vida de leyenda y de prodigalidad, llenaron toda una época del pueblo en que naciera y donde vertiera la bondad de su corazón; ningún sabinense salió desairado al pedirle un servicio, para todos tuvo abierto su corazón y su  hacienda".

Continúa nuestro cronista: "noble en todos los actos de su vida, pasó por ella como un Caballero Bayardo o un D’Artagnan, dando pródigo cuanto tuviera a puñados, sin concederle al dinero más valor que el servicio que hiciera, por la satisfacción de hacer el bien ¡Que el pueblo en que naciera, guarde un piadoso recuerdo de gratitud, en abono de lo mucho que como coterráneo se merece!

El Dr. Francisco Vela González en su Diario de la Revolución, lo describe como "un típico fronterizo, valiente y formal, con el corazón bien puesto".

Vallecillo

El Real de Minas de San Carlos de Vallecillo se fundó en 1766, al descubrirse venas metalíferas de plata; fue producto del auge minero de La Iguana en Lampazos, lo que indujo a la búsqueda de estas vetas.

Se le llamó Real porque así se denominaba en la época de la Colonia, a los lugares donde se descubría plata; San Carlos en honor a dicho santo con el apelativo de Borromero y Vallecillo por estar situado en un pequeño valle.

El Real de San Carlos de Vallecillo fue elevado a la categoría de Villa, por la Constitución Española de 1812 y fue ratificada como tal por el Congreso Local en 1825.