Profr. Santos Noé Rodríguez Garza

El Zagal

Páginas Sueltas de la Historia de Sabinas

Profr. Santos Noé Rodríguez GarzaLa inquietud y la zozobra se habían apoderado de su ser, su madre le había dicho que al día siguiente la acompañaría a la ciudad para ir a visitar a sus tíos y consultar con el médico, primeramente lo envió con el Señor Ibarra para que le avisara, que los recogiera en la esquina de los colegios, pues el dueño del transporte hacía un recorrido levantando el pasaje, antes de emprender el viaje que se iniciaba a las cinco de la mañana; conocer la ciudad de Monterrey para él era una gran ilusión, pues los compañeros de la escuela que ya habían visitado la capital del Estado, contaban maravillas de una calle larga… larga… que se llamaba Calzada Madero, que tenía bancas y palmeras por el medio, y también un arco grandote donde estaba una mujer con unas cadenas rotas en la mano y que le decían la mona del arco. Durmió poco, pues en sueños se imaginaba mil cosas de las que había leído en los libros de la escuela, que contaban aventuras y tragedias; también tenía miedo de quedarse dormido y que no lo llevaran; al primer llamado de su madre se incorporó y de inmediato se aseó, se puso la ropa nueva y los zapatos, resplandecientes de lo limpio que los había dejado; era una fresca mañanita de abril y los gallos lanzaban las notas musicales de sus clarines al aire, anunciando que el lucero de la mañana estaba en medio del cielo con todo su esplendor, se despidieron de su padre, quien les hizo muchas recomendaciones para que no fueran a perderse y para que tuvieran cuidado con los automóviles que en la ciudad los había en abundancia.

Al abordar el autobús saludaron al pasaje y el conductor les indicó los lugares en que debían sentarse, su madre lo colocó junto a la ventanilla para que fuese contemplando el paisaje, tan luego se inició el recorrido se quedo dormido, pues no estaba acostumbrado a levantarse tan temprano; cuando despertó se asombró con las curvas del camino y de las enormes rocas de los cerros, pues iban en la Cuesta de Mamulique; pasaron el control aduanal y llegaron con la Tía Lencha, en Ciénega de Flores, para tomar café y almorzar. Para él todo era nuevo y extraño, pues estaba acostumbrado a la soledad del monte donde apacentaba su rebaño de cabras, donde los pájaros silvestres y los animales del campo eran sus compañeros.

Llegaron a la ciudad, frente a la parada del camión estaba una gran frutería, que azotaba la mirada con los mil colores de la fruta que vendía, deambularon por la calle Pino Suárez y pasaron frente al Arco que lo apabulló con su grandeza, llegaron a la Alameda, la cruzaron por los corredores sombreados por grandes y hermosos árboles, se toparon con la fuente de los chivos y el venado, siguieron por la calle de Washington hasta Serafín Peña y llegaron a su destino.

En su largo caminar se extasió con las mil cosas que se exhibían en los aparadores de las tiendas, le llamaba la atención la cantidad de diferentes muebles de motor que traficaban por las calles, las paredes que se alzaban enormes y los gritos de alerta de los guardianes de la Penitenciaria frente a la Alameda Mariano Escobedo, le infundieron temor; el voceador en la esquina de la plaza lo conmovió con su pregón, anunciaba las revistas y periódicos que vendía, el globero lo sorprendió con el llamado de su pito que lanzaba estridentes sonidos para que los posibles clientes se fijaran en su mercancía. Todo ello fue formando un ovillo de pensamientos y de ideas que al desmadejarlo formarían un largo telar, que al exponerlo, asombraría a sus amigos con quienes compartiría sus recuerdos, ya que había ido a la ciudad para ilustrarse.

Prof. Santos Noé Rodríguez Garza
Cronista de la Ciudad
Miembro de la Asociación de Escritores de Sabinas Hidalgo