Profr. Santos Noé Rodríguez Garza

Don Santos y su Ford: El final

Páginas Sueltas de la Historia de Sabinas

Profr. Santos Noé Rodríguez Garza

Todo ser humano tiene una meta y un camino que recorrer; se habían aglomerado en el espíritu y el corazón de Don Santos, una serie al parecer de pequeños detalles, pero que en realidad eran acontecimientos muy graves de su vida.

Don Santos Rodríguez tripulando su camioneta Ford en un desfile

Profr. Santos Noé Rodríguez GarzaTodo ser humano tiene una meta y un camino que recorrer; se habían aglomerado en el espíritu y el corazón de Don Santos, una serie al parecer de pequeños detalles, pero que en realidad eran acontecimientos muy graves de su vida.
La compañera que durante 39 años lo había apoyado y le había infundido valor y esperanza, para que venciendo las caídas siguiera adelante; había sufrido una larga y dolorosa enfermedad y el 12 de Octubre de 1969 partió para siempre.

Su corazón contrito lloró en silencio la partida y aunque estaba rodeado de su numerosa familia, sentía soledad y sufría calladamente la ausencia de la madre de sus hijos.

En las noches estrelladas contemplaba el infinito, buscando quizás el lugar donde su amada lo esperaba.

El trabajo de reparación de papalotes había quedado bajo la responsabilidad de algunos de sus hijos, que bajo su supervisión aprendieron el oficio; en la actualidad siguen el camino trazado, llevando esperanza y solución a los problemas mecánicos de la extracción del agua sus hijos: Ramón Mario Rodríguez Garza y Víctor Manuel Rodríguez Garza, así como su nieto Mario Enrique Rodríguez Montemayor con diferentes ayudantes.

Extrañaba mucho a su Ford, las personas que se la descompusieron no volvieron a ocuparse de ella, y la dejaron abandonada donde todavía permanece, esperando que un día, alguien, consiga las piezas que le hacen falta para volver a funcionar.

Posteriormente: compró otra camioneta, pero nunca con las cualidades de su Ford; recordaba todas aquellas ocasiones en que en ella, había acarreado leña para el consumo hogareño, venados muertos y vivos; unos para comer y otros para criar; grullas, palomas, coyotes, tejones, jabalíes, tlacuaches, hurones, colas pintas, gansos, patos, guajolotes, osos, gatos monteses, burros salvajes, tortugas, etc.

En el patio de su casa habitaron infinidad de animales, que recogía, curaba y criaba, y en la actualidad le sobreviven un cocodrilo y un perico.

Su vida se fue llenando de melancolía, su familia se dispersó: unos hijos se fueron en pos de la aventura y otros queriendo mejorar su porvenir; un día, cuando las turbulencias de la vida se hacen acompañar de malas noticias, se sintió mal, sus hijos lo llevaron a Monterrey, buscando el auxilio médico, pero su corazón ya no quiso responder y se detuvo a las 7 de la mañana, de un día claro y lleno de luz, el 17 de Mayo de 1987, a la edad de 83 años.

Había nacido el 1º de Noviembre de 1904, en Villaldama, Nuevo León; la ola negra de viruela que azotó México, se llevó a la mayor parte de su familia incluida su Madre; desde pequeño inició su lucha con la vida, su Padre que era un hábil artesano, se trasladó a Sabinas Hidalgo, donde rehizo su vida y crió a los dos hijos que le quedaron; componía relojes, fundía metales y hacía aquellas ofrendas, de oro o de plata, que la gente llamaba milagros.

Don Santos trabajó siempre y guardó una actitud de respeto, con todas las personas que trataba, el tesoro que acumuló, no fueron bienes materiales sino el cariño, respeto y admiración de todos aquellos con los que convivió.

Nunca esperó la valoración que los humanos pudieran hacer de su esfuerzo, el sabía que cuando llegaba a un rancho donde los animales se estuvieran muriendo de sed, el traca, traca de su fortinga, los animaba, pues sabían que el tiempo del sufrimiento había terminado; pues en poco rato beberían el líquido que manaría de la tubería del papalote ya arreglado.

Salvaba fortunas y acrecentaba otras, con su humilde esfuerzo; la paga que recibió muchas veces fue escasa y en ocasiones muy tardía en su entrega; la Región toda supo del idealismo y buena disposición de un ser humano que trabajaba afanosamente para vivir.

Don Santos y su Ford, habían escrito ya, el capítulo que les correspondía en la Historia de Sabinas; por ahí estarán dispersas entre sus amigos y personas que lo conocieron y con él convivieron, cantidad de anécdotas y aventuras que quedan para que alguien más experto las narre, si a bien tiene hacerlo.

Yo agradezco la atención que le dispensaron a estos escritos y deseo que la vida los trate con benevolencia.
Gracias.

Profr. Santos Noé Rodríguez Garza
Cronista de la Ciudad

Camioneta Ford de Don Santos Rodríguez