Profr. Santos Noé Rodríguez Garza

Don Santos y su Ford (Séptima parte): El carro nuevo

Páginas Sueltas de la Historia de Sabinas

Profr. Santos Noé Rodríguez Garza

Una anécdota por demás interesante le sucedió a Don Santos, un día transitaba por la carretera nacional a pleno mediodía, era la época en que había mucho y turismo extranjero, en la carretera 85, México–Laredo; se paraban los turistas y le pedían a Don Santos que se dejara fotografiar con su fortinga; en eso estaban, cuando los sobrepasa un automóvil Volkswagen recién salido de la fábrica, era de los primeros que se veían en México, fue por allá por lo años cincuentas del siglo pasado.

Don Santos Rodríguez conduciendo su Ford en un desfile

Profr. Santos Noé Rodríguez GarzaUna anécdota por demás interesante le sucedió a Don Santos, un día transitaba por la carretera nacional a pleno mediodía, era la época en que había mucho y turismo extranjero, en la carretera 85, México–Laredo; se paraban los turistas y le pedían a Don Santos que se dejara fotografiar con su fortinga; en eso estaban, cuando los sobrepasa un automóvil Volkswagen recién salido de la fábrica, era de los primeros que se veían en México, fue por allá por lo años cincuentas del siglo pasado.

Caminó Don Santos varios kilómetros, y al bajar los Lomas de Vallecillo frente al Rancho la Peinada, estaba parado el Volkswagen y los turistas le hacían señales para que se detuviera. El pensó que querían tomarle una fotografía, pero no, resulta que se detuvo el automóvil y solicitaban ayuda.

Con el poco ingles que Don Santos había aprendido en sus viajes de aventura al otro lado, se hizo entender y les dijo que lo que podía hacer era llevarlos al pueblo para que un mecánico les revisara el automóvil.

Sacó un mecate de los que usaba en su trabajo y sujetó el Volkswagen por la defensa delantera y lo amarró al eje trasero de la fortinga.

Lo arrastró por la carretera rumbo a Sabinas; en el trayecto los turistas en su mayoría gringos silbaban y tomaban fotografías, pues despertaba mucha curiosidad el que una Ford vieja, trajera remolcando a un automóvil de reciente modelo. Al entrar al pueblo se hizo alboroto y la gente se reía y carcajeaba, aplaudía y le gritaba vivas a Don Santos y su Ford.

Entró partiendo plaza y depósito al averiado en un taller mecánico para su reparación. Aquella aventura le hizo reflexionar sobre la importancia que tenían: el amor y el empeño que ponía en los trabajos que hacía, y que le daban satisfacciones que no se pagaban con dinero.

Continuará…

Profr. Santos Noé Rodríguez Garza

Camioneta Ford de Don Santos Rodríguez