Hace más de cincuenta años, cuando cursábamos el cuarto año en la escuela primaria, y se llegaba septiembre dieciséis, había que desfilar.
Los alumnos de cuarto, quinto y sexto año lucíamos nuestros “mejores atuendos” porque íbamos a salir en el desfile, y en la casa nos mandaban a bañarnos y cortarnos el pelo, nos decían “ahí en el desfile no quieren gente greñuda” y cuando llegábamos al desfile los compañeros del salón nos decían ¡Órale, te crecieron las orejas!
Íbamos con gusto al desfile, era la primera vez que participábamos y llevábamos en la mano una banderita que un día anterior habíamos confeccionado con un trozo de carrizo y tres pedazos de “papel de china” con los olores verde, blanco y rojo que habíamos pegado con “engrudo”, aquel resistol de los años cincuentas hecho a base de harina, sal y agua.
Caminábamos detrás de la “Banda de Guerra” y digo caminábamos, porque con esos escasos años, que íbamos a saber del “paso redoblado”, “del alto”, “de la conversión a la derecha”, etc.
Sí, caminábamos detrás de aquella Banda de Guerra que dirigía el maestro Dante Perrone Hernández, nos gustaba escuchar el sonido de los tambores y los clarines que llenaban de fervor patrio nuestros corazones.
En aquel entonces observábamos a los viejecitos de aquella época, con su mano trémula por el paso del tiempo quitarse el sombrero de petate ante el paso de nuestra bandera y ponerse de pie y dejar su pelo cano al descubierto al escuchar nuestro Himno Nacional.
Pero así está el mundo y éstas son “Nuestras Cosas”.
Hasta la próxima.
Garza Inocencio
Miembro de la Asociación de Escritores de Sabinas Hidalgo
