Recuerdo aquella tarde, en que entraste sigilosamente a mi oficina y dijiste ¿Por qué lloras abuelo? Y yo observé tu rostro infantil y sonrosado son decirte nada, porque en tu mente solo hay cosas bellas; y sin poder evitar, mis lágrimas siguieron aflorando y yo permanecía en silencio viendo muchas escenas de mi vida, pasar vertiginosamente por mi mente.
Y de nuevo volviste a preguntar ¿Por qué lloras abuelo? No te contesté pero hoy te digo que tal vez fue porque mi vida ha transcurrido y el tiempo se me ha ido, he querido detenerlo y no he podido, se me ha escapado como un trozo de gelatina entre mis dedos al oprimirlo.
Y nuestros hijos se convirtieron de bebés juguetones, en niños inquietos, en adolescentes osados, pero ya no les podemos dar el cariño que debimos haberles dado; la lectura de aquel libro de cuentos que nunca les leímos, o aquella colección de estampas que nunca les ayudamos a colocar, o muchas tareas escolares donde nunca recibieron nuestra ayuda, todo por el trabajo, por el trabajo, por el trabajo de siempre; hoy tengo tiempo, pero ellos pasaron una niñez sin nosotros.
El tiempo se ha ido como gelatina entre los dedos. Y tú de nuevo has preguntado ¿Por qué lloras abuelo?
Pero así está el mundo y estas son Nuestras Cosas.
Hasta la próxima.
