Francisco J. Echazarreta

Los Colegios (Primera parte)

Lo que el tiempo se llevó

Francisco J. Echazarreta

A finales del siglo XIX la calle Lerdo de Tejada, estaba comprendida entre la calle Guerrero, lo más al sur donde topaba y de ahí cruzaba todo el barrio antiguo de la calle Ocampo, la calle de la estación, (Allende) curveaba un poco, para atravesar la plaza , que en esos tiempos todavía no se ampliaba hacia el lado poniente…

Los Colegios

Francisco J. EchazarretaA finales del siglo XIX la calle Lerdo de Tejada, estaba comprendida entre la calle Guerrero, lo más al sur donde topaba y de ahí cruzaba todo el barrio antiguo de la calle Ocampo, la calle de la estación, (Allende) curveaba un poco, para atravesar la plaza , que en esos tiempos todavía no se ampliaba hacia el lado poniente. Pasar junto a la casa del doctor Román Garza G. y así llegar al callejón, el cual tomaba la subida y agarrar el barrio del Alto, pasar Juárez, para continuar e ir a topar con la calle Treviño (actuales patios de los colegios), la calle Doctor Coss simplemente no existía en esa época, es ahí donde una majestuosa construcción se alzaba por lo que era la calle Treviño entre las calles Mina y Porfirio Díaz. Visionariamente, las autoridades de esos tiempos, habían construido esto que seria el nuevo Palacio Municipal. Advertido de los riesgos y dificultades que se tenían que solucionar por la posición que tenía el palacio municipal, al haber sufrido algunas inundaciones en el siglo pasado, sobre todo por los años de 1881.

Esta “Palacio” se construyó en los tiempos en que Don Porfirio Díaz era el presidente de la República, mientras que en Nuevo León gobernaba Don Bernardo Reyes. Los cuales guardaban una clara y amplia amistad entre sí. Mientras que en nuestro terruño al igual que en casi todo el territorio nacional se mantenían las mismas administraciones, como un eco o reflejo de lo que el poder quería para sus ciudadanos y así mantener la estabilidad y el orden, así es de que por enésimas vez volvía a ser Don Cristóbal Enríquez (1904) quien había sido once años presidente municipal. Le continuó en su construcción Don Pablo de los Santos quien solo fue presidente municipal cinco años (1905-1909)

La construcción una bella pieza de arte de cantera, con amplios cuartos, formaban una especie de rectángulo, con el frente hacia el sur. De dos plantas, balcones a la calle Treviño, mirando hacia la calle Lerdo como atrás se describió. Con entre pisos de madera y la planta alta de vigas de madera y aterrado. En conjunto formaban cerca de veinte amplios salones con corredores en los extremos de su interior. Su construcción iniciada y continuada en los primeros años del siglo XX, fue interrumpida por las dificultades e inestabilidad política que se comenzó a vivir desde los años de 1910 que son los inicios de la revolución.

Aunque aquí por las lejanías del centro de la república, se empezó a sentir la inestabilidad política y es como por los meses de octubre de 1913 cuando tropas Carrancistas al mando del general Jesús Agustín Castro ingresan al pueblo y se instalan en dicha construcción que sirve como “cuartel” durante algunos meses.

Vaya secuelas que dejaron en el pueblo, pues comenzaron los saqueos en los comercios y casas. Las personas dedicadas a la siembra y el ganado les reclamaban caballos, mulas. Todo con el fin de reclutar todos los bienes que se pudieran por su causa, de aquí sale la frase que más delante se pondría tan de moda el de que te lo estabas “Carranceando” referido a todo aquello que se quería robar. Todavía recuerdo los relatos de mi madre que con algo de angustia me platicaba, el cómo era escondida de las tropas, así como mis tíos cómo haber enterrado bienes, monturas y utensilios para la labor, todo con el fin de no ser saqueados.

Por marzo del siguiente año (1914) dejaron el pueblo. Este fue la única vez que sirvió de alojamiento, para estas tropas, a partir de ahí permaneció sola dicha construcción, por largos diecisiete años abandonada, mal lograda, los primeros años como por 1915, 16,17 y presa de que había sido abandonada por las tropas, en su interior vivió una mujer, falta de sus facultades mentales a la que la sociedad la llamaba “la Cenobia”.

Al atardecer de todos los días, se veían salir… parvadas de murciélagos que vivían en la planta alta, como una plaga que deambulaba toda las noches y regresaban al amanecer.

Continuará.