Profr. y Lic. Héctor Jaime Treviño Villarreal

Güilas aztecas…

Historias de Sabinas

Profr. y Lic. Héctor Jaime Treviño Villarreal

¡Esa es güila!… oíamos decir cuando niños, a las señoras de Sabinas Hidalgo, N. L… se referían a mujeres de vestidos ajustados, hechos de telas brillantes, con exceso de maquillaje, labios pintados de rojo chillante… agregaban las matronas: ¡Viven en la zona! y vienen de compras con don Trini el cochero.

Escuchábamos esas frases y las encerrábamos en el morral de la sabiduría popular, pues aquello era un tabú para los infantes, pero la imaginación volaba hacia aquel lugar, que según decían, estaba por el campo de aviación y cuyo nombre popular era el del "Zumbido", también se hablaba de otro sitio llamado Los Arcos; personajes de la cultura del antro pueblerino eran muy mencionados: Bocho “El romo”, la Chayo y el Serrucho, don Nacho, entre otros, sin faltar la muchacha "nueva", la de moda entre el macherío local.

En todo lo anterior había una prohibición, sólo un entendimiento entre los adultos, pues no eran cosas de niños, y más se despertaba la imaginación infantil al escuchar aquellos diálogos de las personas mayores. A las mujeres dedicadas al "oficio más antiguo del mundo" en el pueblo las conocíamos como "güilas", no con la infamante palabra de cuatro letras que empieza con pe y termina con a y menos con los pomadosos sinónimos de suripanta, ramera, meretriz, golfa, buscona, prostituta o el ahora actual de sexo-trabajadora.

Pero también una güila era un cometa o papalote que fabricábamos con carrizo y papel de china, con larga cola y atado del centro de esa armazón a un hilo largo, que al aprovechar el viento se elevaba moviéndose de un lado a otro; ¿Será que este artefacto infantil dio nombre a dichas mujeres?, ¿O estas mujeres, por su contoneo, darían tal designación al juguete infantil? Nunca lo supe.

Posteriormente, tomamos conciencia de que había mujeres “güilas” en muchos otros lugares y la práctica de tal oficio se perdía en el oscuro túnel del tiempo, a tal grado que el libro de libros, la Biblia, trae pasajes dedicados a esta actividad, señalándola como pecaminosa.

Al adentrarnos en los recovecos de la historia y estudiar las culturas prehispánicas, encontramos referencias sobre “güilas” en todas ellas.

Entre los antidemocráticos aztecas o mexicas se les llamaba "auianime" y según las crónicas siempre buscaban la convivencia con guerreros jóvenes, a quienes consideraban como trofeos especiales en sus correrías por la gran Tenochtitlan.

Para lograr su propósito se bañaban y aseaban bien, utilizaban un polvo amarillo obtenido de la tierra para conservar el rostro reluciente, se ponían también polvos de otros colores, se cortaban el pelo, los dientes los pintaban de rojo y otras traían el cabello suelto.

Las “güilas” aztecas tenían por costumbre masticar el "tzictli", chicle o goma de mascar que obtenían del chicozapote y lo usaban para limpiar sus dientes; una actitud característica era hacer un chasquido al masticarlo para atraer a los galanes, costumbre añeja que pasó de generación en generación hasta la actualidad, pero ahora lo utilizan con el fin eliminar la tensión o por parecer elegante a las susodichas.

Su vestuario era llamativo, en contraparte del resto de las mujeres y sobre todo de las pertenecientes a la clase dirigente, a quienes sus padres aconsejaban lo siguiente: "por la mañana lávate la cara… que nunca te acontezca afeitarte la cara o ponerte colores en ella por parecer bien, porque esto es señal de mujeres mundanas o carnales; los afeites y colores son cosas que las malas mujeres y desvergonzadas, los usan".

¡Ah!, también entre los aztecas había hombres de transmisión inversa, de pura reversa, a los que se les llamaba "cuilonis", ¿Sería este el origen de la palabra güila? En el pueblo, en aquellos tiempos infantiles los tildábamos de mujeringos, nada de gays, afeminados, u otras lindezas.

El tiempo infantil se fue, los recuerdos quedaron, el tiempo pasó, las costumbres cambiaron, pero las “güilas” siguieron siendo las “güilas”, palabra que por extensión se da a las mujeres salerosas, provocadoras, a quienes, según un mal poeta, el cuerpo sale en erupción volcánica por los poros.

Escabroso problema para las autoridades municipales es el concerniente a la prostitución, cada vez que se habla de hacer un nuevo reglamento, de controlar a los y las sexo-servidoras, o de proyectar una zona de tolerancia se provocan los más airados comentarios; el respeto y la tolerancia a quienes se dedican a dicho oficio debe estar presente, siempre y cuando esta actividad no afecte o dañe a terceros, con un férreo control sobre la salud, el uso del condón para evitar todo tipo de contagios, además de eliminar la corrupción existente entre las autoridades menores, hecho execrable más que la misma prostitución no controlada.

Algunos lugares donde los renglones torcidos de Dios tenían su aposento, aún permanecen, con otros nombres, con otra mercadotecnia, con otra variedad de servicios, pero donde todavía se escucha el viejo estribillo: "Pásale güero, tengo tele, tengo radio, masco chicle y bailo mambo".