La victoria es nuestra, hagamos deporte

Editoriales

En el deporte como cualquier actividad de la vida siempre han existido opiniones encontradas, las discrepancias son ya parte de esta sana competencia.

Hay algunos que lo practican al aire libre como los beisbolistas y para ellos nada mejor que el verano; los ciclistas o corredores de fondo han expresado su predilección por la primavera para entrenar o competir, sin que esto sea una regla.

Para los románticos(as) porque los hay, no todo es fuerza o aspereza, y según su muy aceptable opinión, el invierno es una estación del año de goce sereno anidado en el corazón.

Y ni quién discuta sus gustos, las condiciones climatológicas, disponibilidad de tiempo libre y el resto de las circunstancias son determinantes para su satisfacción en lo más recomendable: La práctica.

Porque en ella hay un universo infinito de posibilidades para desarrollar habilidades físicas e intelectuales, para alcanzar un buen lugar en el aspecto social, por nuestra condición de seres pensantes con la necesidad de agruparnos para compartir gustos o estrechar y extender las relaciones amistosas, sin importar ideales políticos y religiosos, condición económica. o color de la piel.

De ese modo el deporte se manifiesta con su deslumbrante función humanizadora otorgándole vida plena a hombres y mujeres, adultos, jóvenes o niños que en él, enriquecen su espíritu, eliminan su ocio, vigorizando su cuerpo y cosechando valores como la alegría, fortaleza, amistad, fidelidad, generosidad, tolerancia, igualdad, compañerismo, entrega, honestidad, respeto, comprensión, orden, audacia, consenso, esperanza y la veneración a los mayores con amor y paz.

"Haced que un joven ame el deporte y lo habréis salvado" dicta el sabio aforismo que como luz en la tormenta debe guiar por ser tarea de todos a los padres de familia, maestros y autoridades a cumplir con la formación de sus hijos, alumnos o gobernados.

Pero dejando para otra ocasión la critica, polémica o el romanticismo y ubicándonos en la realidad, en esta época o ciclo que nos tocó vivir con sobresaltos y amenazas para todos, en lo social, económico o moral, donde priva el desconcierto en la mente de los jóvenes, el terror en los débiles o decepción en los adultos mayores.

Allí, con la presencia permanente del estrés, la contaminación de variada índole, con el materialismo a todo lo que da por la crisis de valores, y por si fuera poco, el fantasma de la drogadicción.

Allí, es cuando todos, y especialmente los padres de familia, con el apoyo de las autoridades civiles y educativas, repito, deben cumplir con su obligación de formar buenos hijos, excelentes alumnos y por ende, ejemplares ciudadanos, con cimientos suficientes para evitar su caída ante el falso brillo de lo superfluo.

Nunca es tarde para empezar a promover cada quien a a su manera, la indispensable disciplina por medio del deporte, el amateur o aficionado, el del barrio o colonia, sin ofender o marginar el profesional o de alto rendimiento, conscientes de la importante formación adquirida individualmente o por equipo del deportista con la óptica de un amante de la salud, de los buenos hábitos y sentimientos, no como una fabrica de medallas, donde solo se benefician unos cuantos.

Es cierto que todos anhelamos y luchamos por ganar, la mentalidad triunfadora siempre debe estar presente, hay que darle la espalda a la mediocridad, sin embargo, hay que reconocer el hecho innegable que solo 3 corredores suben al podio de un maratón con 10 o 20 mil participantes que dieron su mejor esfuerzo, pregunten al resto si se sienten abatidos o derrotados y no es así. ¿Saben por qué? Bueno, no estoy inventando el agua tibia, pero me voy a permitir recordarlo una vez más con mucho gusto: En el deporte nadie pierde, con el hecho de participar ya es un triunfador; la victoria es nuestra, hagamos deporte

Ramón Ábrego Vázquez
Miembro de la Asociación de Escritores de Sabinas Hidalgo