A 150 años de la estancia de Benito Juárez en Monterrey

De Solares y Resolanas

De acuerdo al periodista e intelectual Abelardo Leal, Benito Juárez arribó a Monterrey en franco asedio militar y sin considerar la soberanía y la integridad del Estado Libre y Soberano de Nuevo León y Coahuila. Sus tropas llegaron hasta el antiguo palacio de gobierno en ese tiempo situado en la calle Morelos casi esquina con Escobedo; por lo que Vidaurri humillado y despojado de su investidura política como militar se atrincheró en la Ciudadela. Para quienes siguen con respeto la estancia de Juárez nos informan que solo entró parte de la tropa con cuatro piezas de artillería y ofrecerle la salutación marcial de acuerdo a su investidura. Primero se quedó en la famosa Casa del Mirador mientras los amigos y conocidos lograban la entrevista. Incluso el general Manuel Doblado fue a ofrecerse como rehén para lograr la reunión. El viejo Cíbolo de Lampazos temiendo un engaño le contesta: “Si Juárez me dispara a mí y mis hombres te disparan, Juárez será el ganador porque se habrá deshecho de los dos”.

En primera instancia Juárez reclamaba el principio federal y buscaba hacerse de los recursos que entraban y salían por las aduanas de Piedras Negras y Matamoros. Vidaurri argumentaba la incapacidad del señor presidente para hacerse cargo de los destinos administrativos como estaba estipulado en la Constitución Local de Nuevo León y Coahuila en 1857. Vidaurri necesitaba los recursos para continuar el proceso de industrialización y para concluir con la amenaza de los llamados indios bárbaros y filibusteros texanos que continuamente asaltaban al noreste. Dos visiones de Nación, dos posturas justificables y dos caudillos liberales y republicanos que se vieron tan solo diez minutos el día 14 de febrero de 1864. ¿Quién ganó? Benito Juárez y el proyecto de nación liberal. Pero el viejo Cíbolo de Lampazos y Múzquiz, don Santiago Vidaurri se convirtió en mito y leyenda.

Hace 150 años Monterrey sufría por el temor y la intranquilidad provocada por la presencia de casi 3,500 soldados dispuestos a defender al Patricio Republicano y por 5,000 hombres apostados para defender la integridad y la soberanía de Nuevo León y Coahuila. Vidaurri pidió que las tropas federales no avanzaran más allá de Santa Catarina y llegaron hasta San Jerónimo, vigiladas por artilleros leales a Vidaurri situados en el cerro del Obispado. Ahí Manuel Doblado parlamentó con Florencio Antillón y le hizo saber la reiterada negativa de Vidaurri para recibir a Juárez. Juárez ya estaba en Monterrey desde el día 12 de febrero y algo molesto escribió a su esposa quien se hallaba en Saltillo: “Mi estimada Margarita: A las diez de la mañana de hoy hago mi entrada a la ciudad. No lo hice ayer porque este señor gobernador que es aficionadísimo a llevarse de los chismes ha estado creyendo que lo venimos a atacar, y en consecuencia había tomado sus medidas de defensa, yéndose a la Ciudadela a apoderarse de la artillería y esparciendo la voz de que no había de auxiliar al Gobierno. Como todo no pasa de ser borrego y de fanfarronada, yo no me he dado por entendido y he seguido mi marcha. Pude haber entrado anoche; pero he querido, contra mi costumbre y mi carácter, hacer mi entrada solemne. Como en lo general de la población hay muy buen sentido, ya se están preparando las gentes con cortinas para el recibimiento. Veremos ahora con qué otro pito sale este señor. No dispongan todavía su viaje hasta que yo les avise. Dile a Santa que tenga ésta por suya y que no tenga cuidado. Recójeme unos cepillitos de ropa que dejé en la mesa en que me afeitaba. Memorias a nuestros amigos y muchos abrazos a nuestros hijos. Soy tu esposo que te ama. Juárez".

Cuatro días intensos repletos de problemas y enfrentamientos. Apenas el día 10 de febrero de 1864 Juárez llegó a Santa Catarina. Al día siguiente salió rumbo a Monterrey para hospedarse en la Casa del Mirador. El día 12 se trasladó a la casa del Lic. Manuel Z. Gómez situada en la esquina de Padre Mier y Galeana, tan solo apoyado por una pequeña escolta. Lo acompañaban dos miembros del cabildo de Monterrey quienes fueron a darle la bienvenida. El clima lluvioso, frío y gris acentuaban más el ambiente tan tenso que dominaba en la ciudad. Toques de queda, clarines, un aire marcial y de vez en cuando serenatas en honor al presidente se oían en el centro de Monterrey. Juárez estaba acompañado por su comitiva formada por José María Iglesias ministro de Hacienda, Sebastián Lerdo de Tejada de Relaciones y Gobernación, Miguel Negrete de Guerra y Guillermo Prieto. Al medio día del 14 de febrero de 1864, comieron como preludio de una despedida. A la hora del postre una muchedumbre interrumpió el tenso silencio, gritando vivas al gobernador Vidaurri y repudiando la presencia del presidente de la república. Al frente venía el gobernador quien se apersonó pidiendo hablar con Juárez. Fueron a un despacho y ahí en tan solo 10 minutos las tensiones dieron en ruptura. Juárez ordenó a todos subir a sus carruajes mientras Vidaurri exigió seguridad y respeto a la investidura presidencial. Nuevo León y Coahuila quedaron a merced de dos posturas y de una tercera amenaza que venía en camino.

Mientras Juárez y su comitiva salían a toda prisa de la casa para abordar sus carruajes y abandonar Monterrey, el hijo del viejo Cíbolo de Lampazos llamado Indalecio Vidaurri, enardecido por el fragor de las acciones y apoyado por un grupo de parroquianos quienes supuestamente salieron de una cantina, disparó sobre el coche en el cual venía el Patricio republicano. Vidaurri se acercó a su hijo para abofetearlo y recriminarle su proceder: a los valientes no se les dispara por la espalda. También se dice que Guillermo Prieto se hallaba dando un paseo en los alrededores mientras ocurrió el enfrentamiento y estuvo a punto de quedarse en Monterrey de no ser porque alcanzó a ver la comitiva a la que pudo alcanzar y subir rápidamente a una de las carretas. Una escolta al mando del coronel Alfredo Cuccione había salido de Santa Catarina para encontrar al presidente Juárez y protegerlo en su huida. Tal vez Vidaurri se sintió seguro con la llegada de las tropas de Julián Quiroga y Pedro Hinojosa. Incluso Quiroga quiso perseguir a Juárez para de una vez por todas atacarlo abiertamente. Benito Juárez volvió a pasar por Santa Catarina en donde vio a un pueblo vacío. Pudo llegar con vida a Saltillo, pero durante el camino comenzó a sentirse mal. La unidad de Nuevo León y Coahuila fue la primera en sufrir las consecuencias. Vidaurri y Quiroga quedaban por su proceder al margen de la ley.

Benito Juárez y su gabinete amanecieron en Saltillo el día 15 de febrero de 1864. Algo contrariado y tenso por el enfrentamiento que tuvo con Santiago Vidaurri. En el trayecto comenzó a sentirse enfermo y sus médicos le recomendaron guardar reposo unos días. Vidaurri cambió de opinión. Lo que más temía era la separación de los dos estados y perder el control político y económico regional. Por lo tanto envió al general Pedro Hinojosa y al señor Ignacio Basadre para parlamentar con Juárez y dejar las cosas más o menos como estaban. Ofreció dejar la gubernatura a cambio de no ser perseguido y no molestaran a sus hombres ni a sus bienes. Los emisarios del viejo Cíbolo de Lampazos fueron detenidos al entrar a Saltillo y llevados con el general Miguel Negrete quien supo de los planes pero no los dejó ver a Benito Juárez. Como señal de su negativa, estuvieron dos o tres días retenidos para finalmente regresarlos a Monterrey. La situación aun era apremiante, complicada y peligrosa. Una vez que Juárez recuperó su salud tomó tres decisiones: declaraba a Nuevo León en estado de sitio, a Vidaurri al margen de la ley y regresaba la soberanía al estado de Coahuila. Finalmente Vidaurri tomó la decisión de renunciar a la gubernatura el 29 de marzo de 1864. Dejó la ciudad de Monterrey apoyado por una fuerza de mil hombres al mando del general Julián Quiroga y huyó con rumbo a Texas. “Y el águila real voló…” Y como siempre, nuestras autoridades brillaron por su ausencia y la mediocridad imperante se impuso en un acontecimiento histórico de vital importancia para Monterrey y el noreste.

Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina