De albazos e incursiones

De Solares y Resolanas

Después de la separación texana en 1836 los texanos promovieron la expulsión de muchos grupos étnicos con la intención de hacer una limpieza racial y evitar problemas con los llamados "indios bárbaros". A partir de 1840 se intensificaron las incursiones y los ataques de los antiguos pueblos guerreros que habitaban las planicies y desiertos más allá del río Bravo. Entonces, todos los pueblos del septentrión sufrieron los embates y la inseguridad por las continuas entradas a los pueblos y ranchos para robar ganado, pertenencias y llevarse prisioneros. Y Santa Catarina no quedó exenta de dichos problemas. Se sabe que el 22 de agosto de 1851, la compañía de la guardia nacional residente en Santa Catarina salió en persecución de una partida de indios que se introdujeron por el cañón de las Escaleras para hacerse de provisiones.

En octubre de 1851, 35 vecinos se inscribieron voluntariamente para perseguir a los “bárbaros” que atacaron a unos viajeros en el Alto de las Encinillas. El 22 de julio pero del año siguiente, las autoridades de Villa de García exponían que constantemente los vecinos salían a capturar a las gavillas de ladrones que merodeaban los ranchos situados entre García, Santa Catarina y Saltillo. En el trayecto de Icamole a el Puerto de Cerritos, 15 o 20 indios atacaron a unos comerciantes, destrozando las cargas de fruta, matando a lanzadas al burro, hirieron a dos de ellos y a nueve de ellos los raptaron, para escapar por entre la sierra. Los esfuerzos militares fueron en vano y no se pudo dar con el rastro de los atacantes. Por lo que regresaron a Villa de García para restituir fuerzas y solamente se quedaron algunos exploradores para ubicar sus rastros.

La ruta que hacían los merodeadores era la siguiente: de la Sierra de Gomas bajaban a Mina, de aquí llegaban a Icamole, para pasar al Valle Perdido y de ahí a Nacataz y luego a los Fierros, Rinconada, la Cuesta de los Muertos, el cañón de las Escaleras y Santa Catarina. De hecho, el 28 de marzo de 1852, una partida de los llamados indios bárbaros pasó cerca de Rinconada. El 26 de julio de 1852 una partida de 30 indios asaltaron el Pajonal, por lo que las autoridades de Santa Catarina organizaron una fuerza compuesta por más de 50 hombres apoyados por 18 vecinos de San Pedro. Gente del Pajonal les informó que huyeron con rumbo a la Mesa del Rodeo. Donde termina el cañón de la Montuosa los alcanzaron y comenzó un combate que duró poco más de media hora. Los indios alcanzaron a huir por entre la montaña y dejaron la caballada, algunas cosas robadas y dos jóvenes que traían cautivos, por cierto, uno del Pajonal y otro de San Nicolás Hidalgo. El resultado de la depredación al Pajonal dejó el saldo de dos muertos, cuatro heridos y robos en las casas.

Eran como las tres de la mañana del 2 de septiembre de 1852, cuando un vecino de Saltillo dio parte al alcalde de Santa Catarina, de que una partida de indios los sorprendió en el arroyo El Obispo, por lo que inmediatamente se organizó una fuerza de 30 hombres para darles alcance. Se dice que al día siguiente los indios andaban por el cañón de Vivanco, cercano al Sesteo de las Aves. El alcalde Juan de Luna, temiendo que se introdujeran al cañón de las Escaleras y de ahí a otros ranchos y cañones, organizó otra partida de 22 vecinos para que unieran a los primeros en el cañón de San Blas. Al día siguiente, dos patrullas de la guardia nacional con sede en Santa Catarina se sumaron a la búsqueda que duró más de 7 días. Iban siguiendo el rastro de los indios, pero una pertinaz lluvia borró las huellas de los caballos.

El 7 de septiembre de ese año, una partida de indios – tal vez la que estaban buscando- llegó hasta la labor de Bruno Rodríguez en el rancho Los Nogales. Después del asalto huyeron con rumbo al cañón de la Mielera; entonces un grupo de vecinos los siguió, encontrando unas jaras en Cuevas Prietas, continuaron su búsqueda hasta la Estanzuela pero no los encontraron. Ante el poco éxito de las búsquedas, el Gobierno del Estado solicitó mayor dureza y consistencia en los trabajos.

Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina