Lic. Antonio Guerrero Aguilar

Para comenzar el mes de enero

De Solares y Resolanas

Lic. Antonio Guerrero Aguilar

Enero viene del latín januarios y literalmente es la puerta del año, su nombre viene de la etimología latina Janus. En castellano, Jano es el dios romano de las puertas, los umbrales y los puentes.

Lic. Antonio Guerrero AguilarEnero viene del latín januarios y literalmente es la puerta del año, su nombre viene de la etimología latina Janus. En castellano, Jano es el dios romano de las puertas, los umbrales y los puentes. Se le representaba con las caras contra opuestas, porque con cada una de ellas podía ver el pasado y predecir el futuro. Con una veía al año que se iba y con la otra puesta en el porvenir y en consecuencia, los romanos le dedicaron el primer mes del año.

Jano era una deidad de los comienzos del imperio romano, que regía lo pasado y lo futuro y poseía en su honor doce altares, correspondientes a uno por mes, además de un gran templo que se cerraba cuando no había guerra. Para honrarlo, la gente estrenaba ropa, los maridos regalaban dinero a sus mujeres, procuraban iniciar el año con monedas en sus bolsillos como señal de que no faltara en el resto del año y se cruzaba los umbrales siempre con el pie derecho por delante para tener buena suerte en todo el año.

Pero no siempre se acostumbró festejar la llegada del año nuevo el primero de enero. En Roma se celebraba el año nuevo el primer día de marzo, ya que en el primero de enero no se apreciaba ningún cambio de renovación en la naturaleza y en consecuencia nada prepagaba que estuviera por comenzar un ciclo nuevo de regeneración en los campos y montañas. La fecha tradicional del primero de enero se fijó el año 46 antes de Cristo, cuando el emperador Julio César extendió el año en 445 días, haciendo comenzar el año 45 antes de Cristo el primero de enero, en el cual los magistrados comenzaban a desempeñar sus nuevos cargos.

Aquí en México, iniciábamos el año con la vieja creencia conocida como “Las cabañuelas” y que lamentablemente es una costumbre que comienza o tiende a desaparecer. Esa vieja creencia consiste en pronosticar el tiempo del año en base a la observación del clima de los primeros doce días de enero. Funcionó hasta hace algunos años, cuando todavía el clima del planeta no estaba tan alterado. Bastaba con que lloviera un poco el primer día del año para decir que enero sería lluvioso y febrero con muchos aironazos porque había soplado el día dos.

Con base a éstas creencias se popularizó la frase: “enero y febrero desviejadero”, ya que en los primeros 60 días del año regularmente pasaban a mejor vida los adultos mayores. Luego se decía que febrero loco y marzo otro poco. Y así sucesivamente en las antiguas comunidades agrícolas predomina la idea de que el clima de los meses se habría de deducir por el tiempo observado los primeros doce días del año y continuaban en reversa a partir del día 13 de enero, número al que le asignaban la equivalencia a diciembre y así el orden ascendente hasta llegar a enero con el 24. Luego se hacían cálculos más complicados, donde el día 25 de enero correspondería al bimestre, de suerte que se repartían 12 horas por cada mes. El asunto es que antiguamente apreciábamos a la naturaleza, observando y calculando de una manera muy simple y hasta algo ingenua, pero que nos hacía acercarnos más al medio ambiente en que vivíamos. La gente de más antes, como decimos, gustaba de prever los cambios climatológicos ya sea a través de las cabañuelas o del Calendario Galván, mismo que comenzó a editarse desde 1825.

Antonio Guerrero Aguilar

Cronista de Santa Catarina