Corría el año deportivo de 1955, cuando un día Hugo Rogelio Castellanos Ramos, Héctor Benito Ríos Flores, Miguel Garza Durán, Rubén Eugenio Solís Montemayor y Benito López Valadez, fueron de “cacería” únicamente con una pistola calibre 22. Iban al lado norte donde ahora es la Colonia de los Santos, allí le dieron un “llegue” a los higos y las nueces, se escaparon, al igual que las naranjas, porque estaban verdes.
Llegan al punto de referencia, balazo tras balazo y de conejos y liebres, ninguno. Todo el camino, Benito Ríos, le iba pidiendo prestados a Benito López, diez o veinte pesos de aquel tiempo. La respuesta siempre fue negativa, porque sabía Benito que Benito, no le iba a pagar nunca el dinero. (Lo conocía muy bien, porque siempre andaban juntos).
En el instante en que Benito Ríos, traía la pistola, volvió a preguntar a Benito:
– ¿Me vas a prestar o no el dinero?
– Ya te dije que no. Respondió Benito.
Y como un rayo, empezó a tirarle balazos a los pies de Benito López.
Así bailando el jarabe tapatío, Benito se sacó brincando el único billete azul (Ignacio Allende) que traía, se lo aventó y le dijo:
– No me pagues nada, ni tampoco me devuelvas la feria. (50 pesos, era la paga de una semana de trabajo, al año siguiente de profesores ganarían 270 pesos al mes).