La función del historiador y el arte de historiar

Sabia virtud de conocer la crónica

Ciertamente que el historiador tiene el don divino de vivir el pasado, el presente y el futuro, por ello, su quehacer es mágico, trascendente y entraña un compromiso para con la humanidad: perpetuar su espíritu, lo cual le da sentido a su existencia, a decir del Cronista José Luís Alanís Boyso, Cronista Municipal de Tepetlixpa, México. En ese contexto se inscribe el oficio y la función del historiador, al cual se le define también como un hombre de ciencia, con la formación técnica y metodológica, así como con la imaginación y sensibilidad para trasmitir en forma correcta, clara, concreta y concisa sus conocimientos, ideas e inquietudes por medio de la palabra oral o escrita.

El título de historiador se gana a través del trabajo cotidiano de muchos años en diversos ámbitos, pero sobre todo, con su obra publicada o con su expresión oral. Ciertamente que se requiere de una formación académica relacionada a la historia o de una ciencia afín, como la antropología, la filosofía, la educación, las letras, la arqueología, la comunicación o la sociología, entre otras más que abarcan las ciencias humanas. Existe una carrera profesional que faculta a la persona como historiador. Pero ciertamente que la labor del historiador también la realizan personas a veces ajenas –desde el punto de vista profesional- de la historia. Recordemos que Enrique Krauze estudió originalmente ingeniería industrial.

Aquel que se quiera dedicar a la historia no sólo debe saber de historia, sino de otras disciplinas, periodos y temas, como por ejemplo, de la geografía para poder ubicar los acontecimientos en el lugar exacto. El historiador está obligado a ubicar cada etapa histórica para situar los hechos en un momento específico, también deberá saber de paleografía para descifrar signos y escrituras antiguas. La literatura, redacción, teoría gramatical le serán de mucha utilidad para expresar sus ideas. De hecho, tendrá que saber un poco de todo como los grandes sabios humanistas y de cierto dominio de habilidades y destrezas para dominar el procedimiento para integrar una obra.

Pero el historiador debe ser un hombre apasionado y con sensibilidad para las cosas que le rodean, además de la convicción y conciencia de ser, de dar y de trascender en su comunidad. Debe ser un hombre libre, sin ataduras de ninguna naturaleza para decir con valor las cosas tal y como las concibe y en su lugar y su momento, jamás cerrará los ojos ante la injusticia.

Su obra se materializa en libros, artículos, conferencias, cátedras, participación en los medios de comunicación. Para ello, primero elige un tema, planea su trabajo, recopila y analiza las fuentes. Luego se dedica a presentar los acontecimientos en forma literaria; narrando, describiendo y exponiendo todo lo referente al tema que quiere investigar.

Lo mismo puede hablar de grandes acontecimientos, personajes y lugares, que de sucesos cotidianos, de la gente típica del pueblo y de las comunidades y pueblos, barrios o lugares que integran una municipalidad.

Una vez que ha elegido el tema, escribe una introducción en dónde plantea la finalidad de su trabajo, su origen, objetivos, importancia, hipótesis, procedimientos y limitaciones. Luego el historiador elabora un esquema o índice general que incluye los capítulos, sub capítulos e incisos que conforman su contenido, un cronograma o agenda o procedimiento donde proyecta su ejecución en términos de tiempo.

Concluida esa etapa, inicia la recopilación y análisis de la información. Las fuentes que le permiten investigar, analizar, reconstruir, explicar y describir los sucesos históricos. Luego debe clasificar sus fuentes en documentales, bibliográficas, hemerográficas u orales. Ciertamente que la labor que se realiza en los archivos y bibliotecas es la parte más apasionante, pues regularmente en esos fondos se localiza información de primera mano y novedosa que da nuevas luces a la investigación.

La investigación bibliográfica se realiza preferentemente en bibliotecas, mismas que tienen por objeto la conservación, difusión y transmisión del conocimiento por medio de la selección, adquisición, organización, mantenimiento y circulación de los materiales bibliográficos. A través de su consulta, el historiador conoce las obras escritas y extrae de ellas en forma crítica el contenido que le interesa.

Las fuentes hemerográficas están compuestas por diarios, revistas, boletines y otras publicaciones periódicas que contienen referencias importantes para su trabajo, pues ellas complementan y contextualizan el ambiente de una época determinada como cambios sociales, guerras, devaluaciones, catástrofes y toda serie de fenómenos que cambian la vida de un pueblo. Mientras que las fuentes orales son aquellas que se logran a través de entrevistas con personas que nos pueden orientar o ampliar la información. Para ello es conveniente ubicar a las personas que tienen mayor edad y experiencia dentro de la comunidad.

Concluida esa etapa se pasa a la redacción por escrito, cuyo propósito será comunicar los resultados obtenidos en el acopio y valoración de la información para integrarla en una obra que debe publicarse. Para ello el historiador se ajustará a las exigencias académicas de honestidad, rigor y exactitud, sobre todo a lo relacionado con las notas y citas. Eso es muy importante, porque el historiador no está inventando el hilo negro. Las cosas ahí estaban, solo estamos develando el pasado que las cubría.

La obra escrita puede ser en un libro, folleto o artículo periodístico. La intención del historiador es llegar a la mayor cantidad de público posible y también se puede auxiliar de la radio y de la televisión, inclusive de la red a la que cada vez más se tiene acceso en forma rápida, directa y efectiva en tiempo presencial sin importar el lugar en el que se esté. La obra del historiador debe estar preparada para que llegue a los lugares más recónditos del mundo.

Pero el historiador no debe ser una persona cerrada: debe salir y buscar lugares en dónde pueda comunicar sus ideas en forma presencial, ya sea en escuelas, clubes de servicio y asociaciones civiles en general.

Para concluir, el historiador tiene un papel fundamental en la sociedad; le corresponde a través de su quehacer, crear, consolidar y difundir la memoria histórica entre sus conciudadanos, la cual se cristaliza en fuertes lazos de identidad y de unión, arraigo, valoración a lo propio y amor al terruño, convirtiéndose en sembrador de ideas e inquietudes, agente de cambio social y firme sustento del nacionalismo.